lunes, 29 de septiembre de 2014

..Súplica a mi hermano Jesús...para que te proteja.

Jesucristo de mis amores...
hermano que tanto,
 te hemos hecho padecer,

acudo a Ti, para que resguardes,
 a Yolanda;
 y su vida no llegue a su fin.

Posa tu bendita mano sanadora,
 y desdeña todo menoscabo de su sentir.

Hermano Jesús,
 dale un abrazo sanador en mi nombre,
 que la ansío feliz;
que su enfermedad desaparezca,
 como un mal sueño,
 que no sufra dolor;
¡ya que, la llevo muy dentro!
 pues es la flor más bella de mi jardín!

Yolanda es mi amiga del alma,
 quién es un lucero que irradia solo amor.
Es como una estrella,
 que se alza en el infinito,
 llena de romance y pasión.
¡Protégela Padre Todopoderoso!...
Aunque reconozco, no merezco tu favor.
Pues muchas veces de Ti,
 me he distanciado...
porque un simple mortal soy.
Igual pese a que, con ella,
 nunca amores no tuve,
pero sí un gran cariño de amigo.
No es sinónimo que, no os ame con devoción...
y os atesoré en mi corazón.
Ella es una maravillosa persona...
todo un cielo y de nobles sentimientos;
y aunque es muy impetuosa,
 en cuestiones del amor,
 se merece lo mejor.
Posa Tu mirada, en este tu humilde siervo...
 Quien suplica tu intervención.

Yo seré su bucanero,
 para brindarle en todo momento,
 una hermosa flor...
Pues sin importar,
 que ella tenga, su marinero...
yo siempre seré su timón.
En Nombre de tu Hijo Jesús.
.mi súplica elevo,
 para que la ampares, Señor. 
Amén




*Enrique Nieto Rubio*
Derechos Reservados
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.



..Cuéntame tus secretos niña de Enricostro.




Cuéntame tus secretos, niña...
 Esos secretos de amor, 
para impregnarme con tu vida,
 tantas olas de pasión. 
Y embriagarme con tus besos;
 besos de amor tan profundos, 
para así... perderme entre ellos,
 y sentirme trota mundo.


Para viajar en tus sueños,
 y así estar siempre contigo,
como si fuera tu abrigo;
 o mejor aún... tu gran amigo.

Para sentirme en tu cuerpo,
 como si fuera tu ombligo;
y poder llenarte de besos, 
de deseos y caricias todas.

Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara. 



sábado, 27 de septiembre de 2014

..Te pido perdón de Enricostro.



Te Pido perdón,
 más cierto es que no lo merezco. 
¡Sí, Con ella yo te engañé!, 
más sé que fue un error... 

Solo te digo, perdóname,
 pues era otro y no fui yo. 

Sé que no me perdonarás,
 porque me acosté con ella. 
Mira si tonto fui, 

que con ella... en tus brazos me creía, 
aún más tonto fui, 

cuando tu nombre susurrando le decía. 


Por lo más sagrado,
 perdóname mi cielo ... 
Perdóname por favor,
que en mi vida, solo quiero 

estar en tu corazón. 

Si yo no quise pecar... 

Fue ella, quien me tentó.
Me enseñó todo lo prohibido, 

y la mente se me nubló. 

Yo no entendí lo vivido, 

solo viví la pasión; 
de ese juego prohibido, 

que me costó el corazón. 


Si no podemos perdonar... 

¿Qué hacemos en este mundo? 
A lo mejor la dejadez de uno,
 ha sido la perdición del otro. 

Y, por tanto, el fin, de nuestro mundo.



Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara. 



viernes, 26 de septiembre de 2014

..Si alguien la ve de Enricostro.


Si alguien por allí la ve, 
dígale que la sigo esperando... 
Que aunque el tiempo transcurriendo va,
 mi amor muere por ella. 

Si alguien la ve pasar,
 con vestido largo de flores, 
no la vayan a asustar, 
que son flores de mis amores.
Si la ves al cruzar la calle, 
no le llames la atención, 
hazlo con señas si puedes...
pues es la dueña de mi amor. 

Si la encuentras de frente, 
y acaso te pregunta por mí... 
Dile que fui valiente,
 y que por su amor no morí.



O quizás será mejor,
 que no le digas nada, 
no se vaya a preocupar, 
pues ella siempre fue una gran dama...
del amor y la felicidad. 

Y si te la encuentras llorando...
y le preguntas por qué... 
Si te dice que fue por un beso,
 que con amor le entregue.



No le hagas mucho caso,
 porque no fue solo uno...
¡Si no cientos!
Y sé que, al igual que yo;
 ella también sufre,
 por este bendito amor.



Enrique Nieto Rubio 
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.


domingo, 21 de septiembre de 2014

..Los enamorados de los tiempos.(cuentos)

Hace muchísimo tiempo, antes de la existencia de la humanidad... incluso antes de la creación del día y la noche; vivían en el Paraíso Terrenal un hombre y una mujer.

Los dos se enamoraron y siempre estaban juntos y felices, disfrutando de su eterna dicha. Pero no estaban solos, pues entre las sombras de los árboles, un ser maléfico les observaba con envidia, pues enamorado de la chica vivía... viviendo así en una continua tortura.

Este ser corrompido, por el mal que le produjo la soledad, con odio maldijo a la feliz pareja, exclamando:
-¡Solos como yo, deberíais sentiros!

Tan lejanos de tocaros el uno al otro, como yo estoy de ti, amada mía, y en una continua búsqueda del amor, como yo día a día, yo lo hago.

Así debéis sentiros, hombre y mujer... y como sol y luna, ¡Hoy os maldigo!

Con tanta rabia dijo aquello; que el cielo oscureció y la feliz pareja de repente desapareció.
Una gran esfera apareció en el firmamento oscuro, iluminando el paraíso, en busca de su amado; triste como nunca... sus lágrimas se convirtieron en estrellas; lágrimas que, desde entonces, le acompañan en su desdicha y en su soledad.

Tan bella, tan deslumbrante, tan resplandeciente como siempre, el ser malévolo pensó que con éxito los separó... y reinó una paz que hasta entonces no sintió.

Poco a poco ella se ocultaba tras la montaña, y por igual aparecía con fuerza él... bajo la forma de una esfera aún más imponente que ella; pues era más luminoso, poderoso, lleno de fuerza y pasión, que no solo iluminaba aquel paraíso mientras la buscaba, sino que a todos calentaba con su presencia.

Aquel ser con aversión los observaba, y con una sonrisa jubilosa veía, como nunca jamás los eternos enamorados se encontrarían.

Pero alguien no dejaría impune ante aquel hecho atroz, y aunque no podía acabar con la maldición; un rayo de luz expandió, y otorgó a la luna un don... el cual consistía en que cuatro formas diferentes tomaría, a lo largo de un período de tiempo.

Así, cuando Llena estuviese, solo de noche se podría ver y solo el maléfico ser, de ella podrá disfrutar... Pero cuando en estado de Luna Nueva aparezca, nadie la vería para así hacer sufrir a quien la condenó.

Cuando en Cuarto Creciente de nuevo aparezca, sería para el placer de los enamorados..., ya que al atardecer los amados se encontrarán, y ante los ojos del maléfico se amaran.

Y por último, cuando de nuevo la joven aparezca en la etapa de Cuarto Menguante, se encontrarán al amanecer y por las mañanas se amarán... esto sucederá hasta el fin de los tiempos.

Enrique Nieto Rubio
<Autor>

Verónica Nieto Cardador
*Derechos Reservados*


martes, 16 de septiembre de 2014

..Carmina una madre perdida. cuentos.



Carmina es una chica tímida y sin estudios, de dieciocho años; que vivía en un pueblecito cercano en la costa del sol.
Esta entrañable chica se enamoró, y se marchó de casa; para vivir con su amado novio, a una modesta pero linda cabaña.

El chico era un pescador del lugar. Todos los sueños de Carmina se concretaron, pues aunque pasaban algunas carencias, su pareja era muy dulce, considerado y protector con ella. Los dos se amaban y se cuidaban de forma singular.

Un día, cuando su amado se marchó a la mar, allá en Marruecos; en donde el barco se vio inmerso en un maldito vendaval, provocando que el barco se estrellara contra los acantilados... perdiendo la vida todos los tripulantes. 


Desde Marruecos, Carmina, recibió una nota de pésame y los restos de su amado pescador.

Carmina perdió la cabeza; pues el mundo bajo sus pies se había derrumbado... y todo en su vida se complicaría más, pues estaba embarazada... más ella no lo sabía en ese momento.

Pasó un tiempo y ella no paraba de llorar, pues su vida era solitaria y de lo más miserable.

Un día salió de casa, con un vestido algo roído y desmejorado...(pues era el único que tenía) para dirigirse a casa de un vecino, a pedirles consejo sobre Dios.
El hombre al verla le cerró la puerta, ella, muy desanimada y triste, se volvió a su casa. Se echó en su triste cama, llorando, sin parar.

Estaba a punto de quedarse dormida, cuando escuchó que alguien llamó a la puerta; más, cuando la chica bajó y abrió el portón, solo encontró una gran cesta con comida y sin ninguna nota.

Ella miró la cesta y secándose las lágrimas con la mano, la tomó y se sentó en su salón; tomó una manzana y comenzó a morderla... así no paró con todo lo que en ella había, hasta que la cesta quedó vacía, pues tenía bastante hambre.

Cuando terminó, sacó la cesta y la dejó frente a la puerta, pues ya no le era útil. Con el estómago lleno, su pena se calmó un poco.

Al día siguiente sonó la puerta otra vez, pero cuando abrió de nuevo solo encontró una gran cesta llena de frutas y embutidos. Esta vez la metió con más ganas y se puso a comer.

Así pasaron los días, cada día una cesta llena de alimentos, en su puerta aparecía, como por arte de magia.

Carmina era un tanto despistada, no tenía experiencia en la vida. Su cabaña no estaba, muy lejos de la casa de su madre; quien había muerto meses atrás, y ella no se había enterado siquiera. Su barriga siguió creciendo y creciendo. 

Un día, mientras se dirigía a recoger su cesta de víveres, al momento de agacharse se le presentaron unos dolores muy fuertes, y cayó desmayada sobre la cesta de comida.

El trabajo de parto había comenzado. Alguien la cogió en brazos, la tranquilizó y la llevó al hospital.

Dio a luz a un hermoso bebé. Cuando despertó se encontró con su pequeño angelito, lo tomó en sus brazos, y extasiada lo acariciaba con mucha ternura.

A los pocos días, les dieron el alta. Cuando llegó a su casa, se encontró con todo en perfecto estado. Su cabaña, lucía limpia y reluciente, pues hasta cortinas le pusieron; eran preciosas, en tono amarillo, con flores rosas y moradas.

Ella sonrió agradeciendo a Dios por los favores recibidos, así como por ese pequeño ser que tenía en sus brazos, y a quien ya amaba de forma sin igual.

Al ingresar a su habitación, con sorpresa descubrió; que también le habían dejado una preciosa cuna, hecha a mano por alguien.

El bebé fue creciendo sin mayores complicaciones, aunque era un poquito raro, pues no lloraba. El niño solo dormía, comía... volvía a dormir y a comer... así todo el tiempo.

Ella, preocupada, un día tomó al niño, para llevarlo al hospital a que lo reconocieran.

Sin embargo, en esta oportunidad iría bien vestida, pues días antes en la cesta... encontró unos preciosos vestidos de su talla.
 Ella era una chica delgadita y a pesar de todo era preciosa.
Cuando salía por la puerta con su niño, pasó un coche viejísimo por la puerta; y el conductor, que era un anciano... paró al verla y le dijo:
¡Hola vecina! ¿La puedo llevar a algún sitio?

¡Ay! Muchas gracias, pues voy a el hospital, a que reconozcan a mi hijo. La verdad es que está muy lejos, y creo que apenas llegaría viva, si nos vamos caminando.

¡No se preocupe! Yo vivo aquí enfrente de su casa, y le ayudaré siempre que lo necesite. ¡Es precioso el niño!

-¡Sí! Es muy lindo y lo quiero con toda mi alma, pues su papá se marchó a los cielos y no pudo conocerlo.

¡Lo sé! Contestó el hombre.

Arrancó su viejo coche hasta el hospital. Cuando llegaron, el anciano preguntó a Carmina:

¿Quiere que la acompañe?

Bueno, si no le importa, se lo agradecería; ya que estoy tan asustada que no sé qué hacer.
- ¡No se preocupe! Deme al chico, que yo lo subo.
¡Gracias, gracias!

El anciano tomó al niño, su rostro se iluminó y se le caía la baba al mirarlo.
- ¡Qué bello es!
Entraron en la consulta y el doctor examinó al bebé. No obstante, las noticias no fueron las esperadas, porque el doctor les informó que el niño debía de quedarse internado para efectuar unas pruebas.

- ¿Es grave doctor? Preguntó el hombre.
¿Usted quién es?
- ¡Perdón! Yo soy su vecino.
Y en voz baja agregó: ¡Y el abuelo del niño también!
¡Aja!... dijo el doctor.
- Pero por favor, no le diga nada a la madre; ella no lo sabe aun.
¡Bueno! No hay problema.
El doctor les dijo que se podían quedar en la habitación, acompañando al niño.

Sobre las ocho del día siguiente, ya las pruebas las tenía el doctor, y los llamó a consulta diciendo:

¡Señora, el niño tiene una enfermedad rara!

Es la enfermedad del sueño, y siempre estara durmiendo; solo despertará cuando tenga hambre. En estos casos hay un riesgo muy peligroso, y es que si el niño se ahoga; usted no se dará cuenta, a no ser que esté muy pendiente de él.

La mamá se echó a llorar y llorar diciendo:
¡Qué mala suerte la mía, todo me pasa a mí! Sniff

El anciano la tomó entre sus brazos y le dijo: No se preocupe, verá como un día todo pasará.

Les dieron el alta, pues no había nada que hacer, solo esperar. El anciano la ayudó a subir al coche y marcharon para la casa.

La ayudó a entrar y su benefactor le preguntó:
Carmina ¿Quieres que me quede un ratito más contigo? Yo vivo solo y es muy triste vivir en soledad.


¡Bueno! Como quiera, pero... ¿Cómo te llamas?
Mi nombre es Juan
Bien Juan, cuéntame ¿Vives hace mucho tiempo enfrente?
¡Si muchacha, cuarenta años!
¿Conocías a mi marido?
¿Paco? Claro que sí, era un chico buenísimo. Pero el consuelo de la chica era nada. El hombre poco o nada podía hacer, para tranquilizarla.

El anciano desde ese día, con regularidad iba y venía con solo cruzar la calle.

Ella muy perdida, un día le preguntó al abuelo: ¿Podrías quedarte unas horas, cuidando al niño?
¡Sí, como no! No te preocupes que yo lo cuido... pero niña ¿A dónde vas?
- Tengo que averiguar una cosa.


Tomó su pequeño bolso y salió de la casa, marchó a la ciudad y se dirigió al ayuntamiento preguntando por Dios.

Al llegar al lugar, la chica del mostrador le respondió:
¿Dios?
- ¡Sí, sí, Dios!
Señora, Dios no vive aquí, si acaso en la iglesia.

La chica salió algo enojada y se dirigió hacia la parroquia del lugar.

 Carmina entró a la iglesia, observando a toda la gente que, aparentemente, a Dios le hablaban y rezaban con fervor.

El párroco, al ver entrar a la mujer que lucía perdida, y observar que no se había santiguado y que tampoco rezaba, se acercó y le preguntó:
¿Desea algo?
¡Sí! Vengo a hablar con Dios y quiero verlo.
Señora Dios está en todos los corazones, Él no se ve.
- ¿Cómo que no se ve? ¡Quiero hablar con Él! ¿Vive aquí, o no?
¡Sí, pero él no se ve!
- ¿Entonces cómo puedo hablar con Él, si no lo veo?
Hija mía, Dios es todo espíritu y no podemos verlo, pero sí lo sentimos en nuestra alma y en nuestros corazones.
- Pues yo quiero verlo, porque estoy muy enojada.
¡Lo siento hija! No puedo ayudarte más.

Carmina salió desconsolada de la iglesia, pues Dios no le habló siquiera.

Llorando por un camino oscuro, y ya afuera de la ciudad; alzó su cabeza hacia la luna y dijo:

Luna, luna, tú que vives tan alto... ¿Has visto a Dios?
¿Dios? ¿Quién es Dios? La luna preguntó.
¡Uno que lo puede todo! Eso me dijeron.
¡Ahhh! Pues no le conozco, a lo mejor si preguntas a esa estrella, que brilla tanto pueda ayudarte; pues vive mucho más alto que yo.
¡Ahhh bueno! Muchas gracias.

Luego la chica comenzó a llamar la atención de la estrella ¡Ehh!, ¡Ehh! ¡Estrella!

¿Me hablas a mí? Preguntó la estrella.

¡Si a ti!

¡Yo soy el lucero del alba! ¿Qué deseas de mí?
¡Pues busco a Dios!
¿Dios? ¿Quién es Dios? ¿Cómo es? ¿Qué forma tiene?
¡Ay! No lo sé, me haces preguntas muy difíciles.

Es que si no sé cómo es, me temo que no podré ayudarte; pues por aquí pasan muchas celebridades y muchas personas buenas, que abandonaron la tierra.

Pues no sé cómo es Dios, dicen que nadie lo ha visto nunca.
- Bueno, amiga, así no podré ayudarte, pero sí conozco a alguien que puede hacerlo.

De pronto el cielo se iluminó y un rostro grandísimo se formó, el ángel lentamente se fue acercando, hasta cálidamente rodearla con sus brazos.

Era su amado esposo y este le dijo:
¡Hola mi amor! ¿Qué es lo que te aflige?
¡Ay mi amado esposo! Lo que pasa es que estoy muy triste. ¿Sabes que tienes un hijo?
¡Sí, lo sé mi amor, claro que lo sé!


Quería hablar con Dios, porque nuestro hijo tiene una enfermedad muy mala; y estoy enojada con él, por no ayudarme. Y como si fuera poco, te llevó de mi lado.
Esposa mía, no debes preocuparte más, Dios me necesitaba aquí para que le ayude a pescar.

¿Pescar?

¡Sí! Pues al ser yo pescador, Dios necesitaba de mi ayuda; para pescar almas en pecado y hacerlas buenas.
¡Ajá! Y yo mientras tanto ¿Qué hago con mi vida?
Cielo mío, Dios me ha dicho que no te preocupes; que todo se andará muy bien.

Y yo te digo, en casa no estás sola; con ese anciano que tiene tu hijo.
¿Qué ha pasado? ¿Le ha hecho algo al niño?
¡Noooo es su abuelo!

Ese anciano es mi padre; el mismo que te ha ayudado todos estos años, para que no te faltara la comida ni a ti, ni a nuestro hijo.

Ahora debes marchar para casa, pues Dios me ha prometido, que un día nuestro hijo estará bien.

En ese instante el cielo se oscureció; solo quedó un rayo que guiaba sus pasos hasta su hogar.

Entró en su casa y exclamó:
¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡Abuelo! Abrazándolo de lo más de contenta.
¿Cómo está el niño?


El abuelo sorprendido, por el cariño con que la chica lo había saludado... le dijo:
¡Está bien! A tiempo que una lágrima de felicidad, resbalaba por su mejilla.

¡Abuelo! ¿Por qué no me dijiste, que eras el papá de Paco? Me has ayudado tanto, que si no fuese por ti, mi vida hubiera acabado.

El anciano preguntó: ¿Cómo sabes que soy el abuelo del niño?

Si se te ve en la cara cuando lo miras, además me lo ha dicho tu hijo; pues él se me ha aparecido en los cielos.
¡Ahhh! Dijo: el abuelo.

Luego Carmina, le preguntó si aceptaba a quedarse a vivir con ellos.
¿No, para nada, esto es un cuchitril de mala muerte, os vendréis a mi casa que es grandísima, mi hijo es lo que hubiera deseado y cuidaremos del niño los dos, ¿qué te parece?

la mujer gustosa aceptó la invitación, del abuelo, y pronto se dirigieron a su casa.

El hombre le dijo que ansiaba que pronto el niño creciera, para que así comenzará a jugár con los juguétes de su padre.

Cuando el niño cumplió seis años, una mañana, estando en compañía de su abuelo, despertó y dijo:
¡Abuelo, tengo hambre!
El abuelo, un tanto sobresaltado, respondió:
¡No te preocupes, te daré una cosa que te va a gustar!
Le sacó un trozo de queso riquísimo, el niño tomó su queso para comer y levantó la mano señalando un juguete que había en el rincón. El abuelo le dio un juguete.

El chico estaba maravillado, los tomó con sus manitas y se puso a jugar.

Cuando Carmina regresó de trabajar, pues limpiaba varias casas del entorno, vio que su hijo se encontraba dormido, pero tenía un juguete entre sus brazos; el abuelo, al lado de la cama, se había quedado dormido.

¡Abuelo, abuelo!
- ¿Qué, qué manda, hija?
¡Ese juguete! ¿Cómo lo tiene el niño, en sus manos cogido?
- ¿Qué? ¡Él me lo ha pedido!
¿Y cómo es eso?
- ¡Sí! Se ha despertado y me ha pedido de comer, le he dado un trozo de queso y me ha pedido ese juguete.
¡Ay qué raro! Bueno, pues nada, abuelo, comeré algo y me iré a la cama... estoy agotada, pues hoy el trabajo ha sido pesado.

¿Tú has comido?

- Sí, mi niña, he picoteado queso con mi nieto. ¡Ajajajaa!

A la mañana siguiente, Carmina se levantó y fue a ver al niño, y no estaba en su cama; se asustó mucho y se fue a los aposentos del abuelo.
¡Abuelo, abuelo! Gritaba
¿Qué pasa?

¡El niño! ¡Que no está, y creí que estaba contigo durmiendo!
¡No puede ser hija! Vamos a buscarlo.
¡Sí vamos!
Salieron los dos del cuarto y allí, en un rincón, estaba el niño jugando con los juguetes; se pusieron la más de contentos.

El abuelo lo tomó en brazos y lloró de la felicidad, pues si bien es cierto había perdido a su hijo, ahora en ese pequeño había encontrado la felicidad.

Nunca supieron lo que había sucedido, pero desde entonces, el niño, solo dormía a ratos como los demás humanos.

¡Jajajajaja! Y colorín, colorado, con cucharas de palo; el desayuno hemos tomado.
 
Enrique Nieto Rubio
Derechos Reservados.
Colabora en imagenes,
 Silvia Regina Cossio Camara.