viernes, 22 de abril de 2011

.Poema vampírico de Enricostro.




Cierto es que los vampiros existen,

más si tú quieres... yo seré tu vampiro;

buscando de tu cuello la sangre chupar.
Y cuando ya te encuentres moribunda

a mi guarida profunda me dirigiré;

para en ella retirarme a descansar.



Soñaré que entre tus brazos me arrullas,

y llegado el momento, chuparte otra vez

y así, con el tiempo dejarte encantada.

¡Hasta que tú me puedas querer!

Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.

domingo, 3 de abril de 2011

.El sauce llorón de Enricostro. (relatos)


 Laura  era una mujer profundamente enamorada, de su marido. Era incapaz, de ver los defectos de su esposo.


Él era una persona vaga y sin sentimientos, pues la trataba como cualquier cosa. Ella no le merecía importancia alguna; además de ser un mujeriego.

Pero ella hacía la vista ciega; para no crear malos rollos, en el hogar.

La chica tenía diecisiete años. Él nunca desaprovechó oportunidad para verla de menos, y hacerle desplantes tremendos... la verdad es que no la quería.

Cuando algún familiar le decía a Laura:

¡Él no te quiere, déjalo!

Ella se enfadaba, y luego se encerraba en su dormitorio. En el fondo, ella sabía que él, no la amaba. En su aislamiento su dolor expresaba... llorando por muchísimas horas.

Frente al espejo y desnuda se preguntaba:

¿Qué tiene mi cuerpo, para no ser deseada por él?
Pues muchas veces intentó llamar su atención. Hubo días y noches, en las que la chica sutilmente... mostraba su desnudez; casi delante de él, para llamar su atención.

El hombre apenas la miraba de reojo, y ni un solo gesto en su rostro, de interés o amor, se percibía.

Ella, cabizbaja y sintiéndose miserable, se iba a la cama desnuda, después de tomar una buena ducha.

Él pasaba horas por noche, viendo la televisión; hasta que ella, rendida en sueño, quedaba.

Laura trabajaba diez horas al día, por lo que regresaba al hogar tarde por la noche. 

Con amor y dedicación le preparaba sus alimentos y le ofrecía la cena. Después se encargaba de que todo estuviera en orden y limpio... aguantando, por igual, las impertinencias y malos tratos de él.

Porque sin importar que tan agotada del trabajo regresaba, él no colaboraba en la casa. Se marchaba al bar y cuando regresaba la esforzaba, y obligaba a hacer cosas que ella no quería.
La ternura y consideración del hombre era nula; ella, con lágrimas en los ojos, aceptaba todo sin rechistar. Se sentía muy sola y desdichada.

Una noche llegó ella del trabajo; y cuando entro en el dormitorio, se encontró a su marido haciendo el amor con otra mujer. En ese momento la chica estaba encima de él, completamente desnuda.

Él tan solo se limitó a mirarla y burlonamente sonrío; esa fue la copa que colmó su desventura. Llorando salió, sintiéndose completamente desvalida.

Corrió y corrió alejándose de la casa, sin voltear la vista atrás, sin apenas ver a dónde se dirigía. Esa noche, en especial, era fría y oscura; llovía a mares... parecía que el cielo, junto con ella, lloraba por su desgracia.

Adentrándose en el bosque, y en la oscuridad de la noche; sus ropas se fueron desgarrando entre tanta maleza, pidiendo a gritos encontrar la muerte... ¡Ya no quería vivir más!
En su errática y veloz carrera, chocó con un gran árbol; quedando semidesnuda e inconsciente, en un gran charco de barro y sangre, sobre el follaje quedó.

La lluvia era torrencial...su delicado y bello cuerpo, tras su ropaje desgarrado y translúcido, se dejaba ver.

El árbol quiso hacerla suya, y…. ¡Lo consiguió! Ella, indefensa absolutamente, se dejó llevar como siempre.

El árbol sacó sus raíces de entre el barro, y arropándola con las raíces, con ellas la envolvió y la engulló, hasta formar parte de él. 
Su cuerpo había quedado entre sus ramas… Ahora era parte de él. Su llanto era frágil… Pero profundo.

Mientras en su casa, su esposo seguía con su amante, hasta consumar su acto sexual; sin preocuparle o importarle lo más mínimo; en donde estuviera su esposa.

Pasaron los días y las semanas; y Laura no aparecía. Los rumores eran que él la había matado, o algo muy malo le había sucedido. 

La buscaron por todos sitios, sin resultado alguno; se adentraron en el bosque, y nada. Solo encontraron restos de las ropas de Laura, por todo lo largo del bosque.
La policía llamó al marido a testificar, como principal sospechoso. Él confesó:

Ella se echó a correr y huyó, cuando con otra mujer, me encontró en la cama.
La mujer que lo acompañaba, también tuvo que testificar.

Toda la historia llegó a oídos de los vecinos, y el Alcalde lo nombró como persona no grata. Básicamente, lo obligaron, a irse fuera del pueblo para siempre.

¡No hubo justicia! Pues nadie más investigó o defendió a aquella chiquilla; que, por amor e inocencia, le tocó casarse con una mala persona.
Así pasaron los meses… Ya todo parecía olvidado.

Sin embargo, un buen día de verano, unos cazadores salieron aterrados del bosque. 

Ellos informaron que un llanto desolador e insoportable, se escuchaba y penetraba lo más profundo del alma y los huesos.

Desde ese día, nadie quería visitar o entrar en el bosque.  

Parecía un lugar maldito; algunos atrevidos lo intentaron, pero nunca vieron nada. Decían que era el mismo bosque, el que doliente lloraba.
Una mañana, en la carretera se averió un coche; en el vehículo viajaba un matrimonio con sus tres críos. 

Cuando el conductor se bajó para ver que le ocurría al vehículo y no poder arreglarlo, se fue andando a buscar ayuda. , una niña de siete añitos se salió de él… Sin percatarse de ello, ninguno de los ocupantes.

El conductor se dirigió al pueblo a buscar un mecánico, pero era día de fiesta y no había ni un taller abierto.

El conductor no tuvo más remedio que regresar inmediatamente, pues ya era tarde… Casi las siete de la noche. Al llegar al lugar, su mujer histérica y llorando le dijo:

¡Alicia, nuestra niña ha desaparecido!  El hombre, pareció enloquecer, gritándole a la mujer:

¡Por qué no has cuidado bien de los niños!

El padre, inmediatamente, se internó en el bosque en busca de la pequeña… Pero todo esfuerzo fue infructuoso.

Salió del bosque y junto a su familia se dirigieron caminando hacia el pueblo. Dejó a su esposa y sus otros hijos en la pensión… Y se dirigió al pueblo a buscar ayuda para buscar a Alicia.

El hombre se dirigió al cuartelillo pidiendo socorro; pero allí solo había un policía, y este le dijo:

¡No entraría en ese bosque, por nada del mundo!  Y en este pueblo  nadie entrará, porque el bosque está maldito… Y mucho menos de noche. Espere hasta mañana y veremos qué pasa.

El hombre molesto y con el corazón roto, se marchó.
Mientras tanto, en el bosque, la niña había seguido un  llanto triste… Que como imán, llamaba la atención.

Así, caminando, llegó hasta un árbol grande; era un gran sauce llorón.  ¿La pequeña se acercó al árbol y le preguntó?

-        ¿Por qué lloras?

El árbol le contestó:
¡Quería morirme!  Pero al verte a ti, se me ha quitado la pena, y ahora quisiera salir de aquí.

-        La niña, no veía nada… Se sentía muy cansada, pues ya era muy tarde; así que le dijo:
 Tengo frío y mucho sueño.

El Sauce la reconfortó diciendo:
Ven pégate a mí, yo te arroparé; mañana vendrán tus papás a buscarte. ¿Vale? ¡No te preocupes!

El árbol bajó todas sus ramas y con todas sus hojas, la cubrieron para que no tuviera frío; y así paso toda la noche de lo más abrigadita y calentita.

A la mañana siguiente, el amanecer en el bosque, era tal cual…. Un bello cuento de hadas; pues los pajaritos cantaban, el aroma de las flores y la frescura del campo inundaba todo con dulces olores… y un sol radiante con sus tibios rayos irrumpía entre media de los árboles.

Alicia poco a poco fue despertando, abrió los ojos y miró a su alrededor, luego vio en lo alto del árbol y observó cómo se formaba la silueta de una mujer.
Alicia le preguntó:
¿Eres tú… La que me habló anoche?

¡Si soy yo!  ¿Quieres algo de comer, pequeña?

¡Sí, muchas gracias!

El árbol alargó una de sus ramas… Y en una gran hoja, le bajo a la niña frutas diversas, entre ellas unas ricas y dulces peras.

La chiquilla comió de todo lo que pudo, dándole las gracias, por tan exquisito manjar. Luego preguntó:

¿Por qué no sales de ahí?

¡Yo sí quiero!  Pero es que el Sauce, no me quiere dejar marchar. Pues dice que mi vida le pertenece…. Pero yo ya no quiero estar aquí.
¿Por qué no le pides, que te deje marchar?

Si esta noche que recién ha pasado, se lo pedí; pero me dijo que no. Solo podré salir, si se lo pide a otra persona.

¿Quieres que yo se lo pida?

¡Bueno! Si quieres…

Por favor arbolito… ¿Puedes dejar, que se venga conmigo?

El árbol le respondió con una voz ronca y fuerte:

Tu corazón es joven y puro… ¡Aceptaré! Pero antes,  tienes que prometerme que, ella será, desde ahora, la más feliz de este mundo.

La niña  feliz respondió:

¡Eso está hecho! Vivirá con nosotros, pues se lo pediré a papá.

Si es así….¡Vale!

De pronto Laura comenzó a salir del árbol… Mientras que se escuchaba un ruido, como si unas ramas gruesas, se rompieran lentamente.

Laura por fin logró liberarse del árbol, y salió radiante y preciosa…. Apenas vestida, cargó a la niña y la abrazó agradecida y con inmensa alegría.

Apenas comenzaban a alejarse del Sauce, cuando escucharon a los padres de Alicia, llamándola.
¡Alicia!  ¡Alicia!  ¿Hija, dónde estás?


Laura, sin pensarlo, contestó:
¡Por aquí!  ¡Sigan mi voz!  ¡Por aquíiiiii!

Cuando por fin la encontraron… El padre abrazó a su hija, la tomó en brazos y marchó hasta el coche. Cuando llegaron, el carro aún estaba terminando de ser reparado… Momento  que la niña aprovechó, para conversar con su padre.

Le contó toda la experiencia que había vivido, al lado del Sauce y Alicia… Contándole todo con lujos de detalles.

Al terminar con su fantástico relato, la pequeña le pidió al padre, que aceptará que Laura se fuera a vivir con ellos; pues la chica le había salvado la vida.

Aunque fue al revés…. Alicia fue quien liberó a Laura, pero en situaciones así, es donde se hace presente la belleza de los niños; pues ellos siempre son humildes de corazón, y dejan los honores y los reconocimientos vanos para los adultos.


El padre conmovido se quitó el abrigo, y se lo puso a la joven sobre los hombros... y acto seguido, las chicas en un estrecho abrazo sus corazones unieron; felices... porque juntas tendrían muchas más aventuras que compartir.
Laura tomó a la niña de la mano…. y el padre le ofreció a la chica la seguridad de su brazo, y juntos salieron del bosque.

Subieron todos al coche y marcharon para siempre de aquel sitio. 

Pronto llegaron al hotel, y ya con toda la familia reunida… Se dispusieron a continuar su viaje.

Laura fue aceptada en el seno del hogar, como un miembro más de la familia; y a su lado fue muy feliz.

¡El sauce llorón, después de derramar mares de lágrimas, se secó, pues de  la pena murió! 
Con el paso de los años, solamente un gran círculo blanco,  del hermoso Sauce quedó; justo en el centro del bosque, silente testigo, de que allí… Erguido y altivo; un majestuoso y frondoso árbol, una bella historia de amor vivió.
Autor Enrique Nieto Rubio
Derechos de Autor 
colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.




viernes, 1 de abril de 2011

.El conde dracula de Enricostro.



Cuenta la leyenda que el malvado Conde Drácula, allá en Pensilvania en esas noches tan largas que en esta comarca se presentan; él visitaba las casas del pueblo... succionando la sangre de las doncellas más bellas que allí había.

Todas las noches se emperraba con la misma, hasta que las mataba... más él no se daba cuenta de eso.

Pasó mucho tiempo, más cuando no quedó ninguna doncella, el Conde Drácula tuvo que emigrar.

En su coche fúnebre, y acompañado de su cochero, y en su hermoso ataúd, recorrió toda Europa, y se dirigió a España... se adentró en los bosques de Andalucía, y se instaló en un castillo cerca de Espejo, en Santa Cruz, exactamente.



Aquí empezó de nuevo con sus hazañas; las doncellas más bellas morían pálidas... pues nadie se explicaba qué estaba pasando, ya que en España, esto no se daba.

Pasaron los meses y luego años incluso.

El aspecto del Conde Drácula, era de unos veinte años; guapísimo, un hombre varonil como ninguno. Siempre vestido de negro con su capa negra y roja por dentro.

Visitó y deambulo por todos los pueblos de Andalucía.

Por último, se asentó en la Torre de la Calahorra, en Córdoba. En el sótano de la torre empezó a formar su hogar. Esta torre se comunica con la mezquita de Córdoba cruzando el río Guadalquivir por debajo del agua... pues existen unos subterráneos que comunican con la Córdoba antigua; así que esto hacía imposible, que le persiguieran en caso de ser descubierto.

En Córdoba las muertes han empezado... Pero el Conde, por las noches de luna llena, se ha enamorado de Córdoba; pues es la ciudad más bella conocida por él.

Empezó a caminar por sus calles empedradas y estrechas; llenas de magia y muy acogedoras. La luna brillaba y su reflejo rozaba el suelo, por donde pasaba, y rebotaban iluminando su rostro; era como si al cruzar las calles, el viento reinante pareciera abrasarle... era subyugante y hermoso.

Él gustaba mirar por las ventanas iluminadas; viendo cómo las personas, llevaban una vida muy agradable y eso empezó a estremecerle.

Entró en la hermosa calle del Cristo de los Faroles, una pequeña plaza apenas iluminada 

Postales: ANTIGUA POSTAL, CORDOBA, CRISTO DE LOS FAROLES. - Foto 1 - 15136771
por las farolas, y quedó maravillado con su luna llena; que reflejaba el Cristo, y un hermoso cuerpo allí de rodillas se encontraba.
Eran las diez de la noche, se acercó a la chica tapándose la cara, como sintiendo vergüenza del Cristo. 
Ella tenía diez y ocho años, más o menos.

 estaba rezando al Cristo de rodillas en el suelo... y él se acercó y le dijo:

- ¡Buenas noches!


Ella con una carita jamás vista por él... dulce y bellísima... vestida de negro, ojos grandes, labios rojos pronunciados, escote grande y con una mantilla negra por encima de la cabeza. Morena y de cabellos que brillaban con el reflejo de las farolas de gas y de piel muy blanca.
El conde la miró a los ojos y le agregó:

- ¿Cómo, puedes ser tan preciosa?
¿No te duelen las rodillas con estas piedras?

La chica le respondió:

Más me duele mi corazón, pues mi madre se muere.

Ella comenzó a incorporarse, y el conde le alargó la mano ayudándola a levantarse... Este le preguntó:

-¿Te importa que te acompañe un rato?

Ella, muy segura de sí misma, le dijo:

¡Está bien, por mí no hay problema!

El conde la acompañó hasta su casa, sin quitarle los ojos de encima.

El conde le confesó que era la noche más hermosa y nunca vista por él... pues todo el paisaje era bellísimo y como si esto no fuese ya suficiente... él se preguntaba cómo era posible, que existiera un ser tan perfecto como ella.

Al llegar a su casa, el Conde preguntó:

- ¿Me permites que vea a tu mamá?

Ella buscando consuelo le dijo:
¡De acuerdo... pase por favor!

El conde se acercó hasta el aposento de la madre y le tomó la mano, de pronto la madre abrió los ojos y lo miró; su color empezó a ponerse rojizo y las ojeras pronunciadas por tener la muerte encima; se le desaparecieron de los ojos... y su rostro en general empezó a cambiar.  ¡No había duda, se había curado!

La muchacha feliz y sin dudarlo por un instante, abrazo al conde; y él, al sentir ese cuerpo delgadito, lleno de vitalidad y con un aroma a canela... tan solo cerró los ojos y su corazón se iluminó.

El Conde se asustó de aquella sensación extrañísima, pues jamás sintió nada igual.

Salió corriendo de la casa y fue desapareciendo en la mitad de la noche.... ese día se acostó sin morder y/o beber la sangre de nadie.

A la noche siguiente el Conde rondó por casa de la chica, con la excusa de ver a su encantadora amiga... llamó a la puerta y ella fue quien le abrió.

El conde la saludó:
- ¡Hola! ¿Cómo está tu madre? Pasaba por aquí y decidí visitarte.

Ella le respondió.

Está perfecta, llena de alegría y con muchas ganas de vivir.

Ella, con confianza, le alargó la mano... cogiendo y tirando de él y acto seguido le echó la mano por la cintura.
Ella preguntó:
- ¿Cómo lo hiciste... acaso eres médico?

Él volvió a estremecerse, pero en esta ocasión él la miró, con unas ganas locas de morderla. . Sentía que moría por hacerlo.

La madre, al verlo... le dio las gracias; le ofreció cenar con ellas, pero el Conde, declinó la invitación inventando una excusa cualquiera.

Salió con ella de la casa abrazado, él se atrevió a besar su escote; deseando morderla... pero no pudo, porque para ese momento, su corazón se había entrelazado, con el de ella.


A la tercera noche él estaba débil; así pues, tuvo que dedicarse a chupar la sangre de los animales; no sabía qué le sucedía, el caso es que ya no podía morder a las chicas... algo estaba cambiando en él.

En la tercera noche, caminando por la penumbra de la calle, en el interior del portal, él se desvivía por ella... La abrazaba y besaba con ansias y pasión... con locura, pues su amor era perfecto.

Ella, por igual, se moría en sus brazos de placer y deseos; él la cobijó entre su capa... y él sintió como el cuerpo de la joven vibraba, hasta sentir un placer nunca descrito por ser humano alguno.

El Conde Drácula perdió la magia de ser un vampiro, ya que desde entonces se amoldó a las comidas de las personas regulares; y determinó quedarse con su bella damisela por el resto de su vida.

Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.