sábado, 29 de enero de 2011

.Un rey malvado de Córdoba de Enricostro. (cuentos)

Este Rey musulmán, hermano bastardo de Abderran IV... se llamaba Andun; este era despiadado y ambicioso, lo quería todo para él. Él tenía cinco hijos, cuatro de ellos eran varones y una hembra.

Traicionó a su hermano en el año mil trescientos cuarenta y cinco. Lideraba un pequeño ejército. Los varones cabalgaron al frente de su ejército, portando una túnica con la muerte en su espalda; logrando destruir la mayoría de viviendas en Medina Alzara, la vieja Córdoba.

Al final mató a casi toda la totalidad de personas en la ciudad de Córdoba, incluyendo a mujeres y niños.

Una vez desolada la ciudad, Abderran IV se confinó en su palacio con los mejores de sus vasallos y sus hijos. Este mandó una paloma mensajera, al Rey de Granada, pidiéndole ayuda.

El rey de Granada mandó a su ejército a defender Córdoba, para atrapar a los traidores de Abderran IV.

Sigilosamente y sin llamar la atención, tomaron la Calahorra y entraron por el corredor, por debajo del puente San Rafael; y llegaron hasta la mezquita, por un túnel que se encontraba en la parte inferior del río Guadalquivir. Desde allí, tomaron camino a Medina Azahara.

Asediaron a los traidores, atraparon y mataron a todos los hijos del rey bastardo; sin clemencia los colgaron en la Nueva Córdoba, en la Calle Cabezas.

El rey malvado Andun y su hija, huyeron y se escondieron en una casa en La Calle Rey Heredia, número trece. Se encerraron en esa edificación y no salieron más.

Ya liberada Córdoba de esta batalla, Abderran IV, dio las gracias al Rey de Granada y este le recompensó con un gran tesoro de la corona.

El Rey bastardo estaba confinado en la casa; mientras tanto, su hija se veía a escondidas con un cordobés allegado de la corona. Este tenía infinidades de tierras por aquí.

La hija del rey Andun con dieciséis años, estaba locamente enamorada de este chico. El malvado Rey descubrió a su hija, su romance. Este, con su amargura por perder la guerra, y a sus hijos, la tomó con la hija. La encerró en un sótano y jamás la soltó.

Con el paso de los días, el padre amargado quiso soltarla, pero era tarde ya. Ella estaba muerta... murió de pena y odiando a su padre, por haberla encarcelado.

El rey malvado vivió algunos años más, sumido en la miseria y cruel desolación... algunos dicen que perdió la razón, pues los fantasmas del pasado lo acechaban inmisericordemente.

Al final, imposible le fue soportar la muerte de sus hijos, y saberse el culpable de la muerte de su única hija... por lo que un día, decidió ahorcarse en la viga principal de la casa.

Nunca más nadie, volvió a mencionar sus nombres, tratando así de olvidar al hombre que masacró a miles de personas.
Pasaron los días, y el amado novio sentado a los pies de la casa, lloraba su ausencia día y noche... así todos los días. El chico, en la puerta de la casa, maldijo el número trece de esta calle; donde moriría de pena, pues la amaba a morir.

La casa tenía un patio hermosísimo, lleno de flores con una palmera gigantesca. Con el paso del tiempo, las plantas se apoderaron de la casa completamente... y con el paso de los años se convirtieron en zarzas, con espinas enormes.

Los gatos fueron sus únicos inquilinos, durante muchísimos años. Desde entonces las calles de Córdoba, en las que paseaba esta linda princesa y su amado, están embrujadas.

Si alguien no lo cree, solo tiene que pasear por sus calles, a partir de las doce de la noche... entrando por la puerta de Almogávares, todas las calles de su entorno-alrededor de la mezquita y pasando por la judería.

En esas calles lúgubres, podrán escuchar los susurros y lamentos, de la princesa y su amado. En la actualidad, ellos siguen paseando por Córdoba; sobre todo en luna llena.

Si estás muy atento, percibirás el aliento de sus bocas y el sentir de sus amores; y en el número trece de la calle Rey Heredia, a veces se escucha el desconsolado llanto y los lamentos del padre.

Hoy en día, la casa se continúan escuchando los lloriqueos y gemidos, razón por la cual, sigue siendo habitada solamente por cientos de gatos... quienes pareciera no sentirse incómodos en este ambiente desolador.


Derechos de autor
Enrique Nieto Rubio.
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.

sábado, 1 de enero de 2011

.El agua milagrosa de Enricostro.

 Día domingo 2 de enero de 2011 todo empezó, en un pozo de mi propiedad, he llenado una botella de agua, con intención de dejarla en el coche, por si acaso, pero el agua estaba como un poco turbia, o blanquecina.


El caso es que cuando llegué a casa me subí la botella, con intención de cambiar el agua, pues no veía el agua como para beberla, la enjuagué un par de veces, pues el color no se le iba, decidí beber un vaso de la botella.

Cuando me agache al suelo se me cayó el tapón de la botella. La botella no era nada importante, era una simple botella de dos litros de refresco de Cola.


Me levanté con tal soltura, que lo hice varias veces más, yo tengo problemas con los huesos, quizás de no hacer nada en casa, ni en el trabajo, pues estaba de baja.
Me sentía como un chico de dieciocho años, le di un vaso de agua a toda mi familia, pues la gripe se había adueñado de todos. 

Cuando echaba agua en el vaso se notaba como una gelatina en forma y tamaño de un cubito de hielo, pero cuando lo tomabas, no se notaba en la boca su sabor. 

Era superrefrescante y algo dulzona, y en el fondo de la botella se veía como una silueta de una imagen o algo parecido.

Así casi trasparente, pero había que fijarse muy bien, si no no la veías. A mis dos nietos de dos y tres añitos, mi hija los tenía en casa con fiebre con bronquitis o gripe. Me dirigí a su casa y le di un vaso a cada uno, de inmediato, estaban sanos como peras.

Pero mi curiosidad fue más lejos, me dirigí al hospital Universitario Reina Sofía, y me dirigí a una de estas plantas, de mayor riesgo, donde hay muchos chicos con leucemia y cáncer, y muchos casos infecciosos.

 Todo era, en el mayor de mis secretos Le dije a una madre de un niño con cáncer terminal que estaba agonizando.
¿Me deja darle esta medicina?
Ella me dijo: ¡Bueno, ya se está muriendo, no le va a hacer más daño!

Cuando este niño se levantó inmediatamente, se armó un revuelo tremendo, yo me largué inmediatamente, antes de que nadie se fijara en mí.

Me fui a la última planta, en esta planta hay muchas personas con sida y demás, me he dirigido a el primer paciente, y en voz baja le he preguntado:
¿Cuánto darías por salir de aquí ahora mismo curado?
Este me ha respondido:
¡Te daría todo lo que tengo!
! Entonces, escríbeme una cantidad, la que me darías!
¡Te doy un millón de euros!
¿Pero los tienes?
¡La verdad es que no!
Entonces lo haremos mejor.

He llamado con un móvil a un notario, que es vecino mío. 

Este se ha prestado a venir a el hospital. Para algo esta agua, tendría que servir, y no para curar solamente. Haría una fundación, para ayudar a todas las personas de este mundo, pero primero tendría, que empezar por los que más tienen.

Ya ha llegado el notario. Mi botella la llevó en una mochila en mi espalda. Le he vuelto a preguntar al enfermo:
¿Cuánto me das ahora mismo?
El de al lado me ha dicho:
¡Yo te doy 5.000,000 euros si me curas.!
¿De veras?
¡Sí!
¡Notario escríbalo!, y que lo firme.

Luego le he preguntado: ¿Cuánto me vas a cobrar notario, por trabajar para mí?

¡Poco... ya hablaremos!

¡Ahora alucino en colores, esto no se lo cree nadie, ni yo viéndolo! Le he dado el vaso de agua, pero sin que sepa que es agua, nadie lo sabrá, diré que es medicina, este se ha levantado más sano que todos.

¡Dios dijo es un milagro!

La planta se ha revolucionado.
 He preguntado en la planta a todos:
¿Cuánto darían por salir de aquí sanos?

Se ha armado un buen jaleo. Todos diciendo cantidades astronómicas, hasta pisos y mansiones me han ofrecido.

¡Pues venga todo ante notario, a trabajar!
Le fui dando un vaso de mi medicina, hasta dejar la planta vacía. Era tremendo, todos los médicos estaban revolucionados. y me he largado rápido.

Mi notario no  daba a vasto... la gente estaba loca aquí, pues hay mucha gente rica. Pero en la planta de antes, hay muchos más niños que me necesitan.

Bajaré abajo mientras mi notario termina con esta planta. Ya lo llamaré por teléfono para que sepa donde estoy. 

Hay casos de personas en coma, sus familiares también me han ofrecido cantidades tremendas. Ya en la botella solo me queda un culillo de agua. He ido al baño, y la he llenado con agua y sigue turbia.

He probado antes con otro paciente, y es perfecta porque se ha levantado sanísimo. 
Me he guardado la botella, y he vuelto a la planta de los niños. Ya estaba el lugar más tranquilo, pero duraría lo justo.

Les he hecho la misma proposición que a los de arriba:
¿Cuánto darían, por tener curados a sus niños, y salir hoy mismo?

Unos me han ofrecido hasta su casa y otros hasta sus vidas. Les he dicho:

¡Poner una cantidad y firmen ante el notario!, aquí lo tenéis.

Todo ha sido redactado, el notario ha hecho copias del documento, a falta de poner la cantidad. 

Los niños salen a montones; han llamado a la prensa, vaya lío, solo en estas dos plantas he recaudado millones de euros.

Esto es de locos, los médicos no se atreven a decir nada, se han quedado mudos, en este hospital. 

He armado un revuelo que hasta la policía está aquí, no saben si detenerme por escándalo público... pero la gente no lo permitirá, me han traído miles de euros en mano, hasta personas que en su economía apenas tienen nada.
La botella se me acaba, y la cola de gente es tremenda. Le he pedido un agente de la policía.

¿Haga una cola en condiciones, hombre.?

Este agente me ha dicho:
Ayude a mi niña de once años, que tiene cáncer.

Le he dicho: ¿Ponla la primera ahora vengo, voy un momento al servicio.?

Lo que fuera creo que ha dejado la botella, impregnada de esa magia maravillosa, he vuelto, y la cola está perfectamente hecha, y cada uno ha dado lo que ha podido. 
Ya las noticias se han comentado, por todo el mundo, se han propagado y solo tengo una botella, no puedo dejar que nadie la toque, no sé por qué funciona.

Mi cuenta bancaria se ha disparado, pronto seré el hombre más rico del mundo, aunque no sé cómo, va a terminar la cosa. 

Este hospital está cerrado por falta de enfermos, me he ido a otro hospital esta vez por roturas de huesos, no lo he probado todavía.

Aquí en el hospital general probaré con uno.

¿Quieres probar esta medicina para ver el resultado.?
¡Vale probaré!
Toma, bébete esto.

Este está paralítico, ¡Joder se ha levantado, como si nada!, hasta me ha asustado, del salto que ha dado. Me ha regalado, una casa tremenda en la sierra. 

He hecho lo mismo que en el primer hospital.
¿Qué me dais por salir andando de aquí.?

Me han ofrecido todo lo que tienen por salir andando. Así que mi notario lo ha escrito todo. 

Una madre, de un chico que está en coma de un accidente, grave. Le han cortado las piernas. Ella me ha venido con todas sus joyas, y las de su marido.

Para que salvara a su hijo... yo le he dicho:
Las piernas no les van a crecer, se quedará inválido de todos modos, la medicina no hace crecer las extremidades a nadie, pero sí se sentirá como nuevo.

¡Bueno, bueno! Me ha dicho.
Vale ¿guárdese sus joyas, señora? Ella tenía las manos como la nieve.
¿Cuál es su niño.?
¡Ese.! Me señaló.

Le di el vaso de medicina, y el chico se sentó en la cama abrazándose a su madre.

Señora tome usted esta tarjeta, y a la mejor ortopedia que allá en la ciudad que les hagan unas piernas, al chico. No importa lo que cueste. Ella se me ha abrasado diciéndome:
¡Que Dios te lo pague!

Entre los dos hospitales, llevo más de catorce horas hasta que los he limpiado, todo me he metido hasta en los quirófanos no les ha dado tiempo ni a operar, cuando han salido andando de allí.

Todo el mundo me está aplaudiendo, todos están pendientes de mí, me he marchado a casa, aunque no sé qué me pasa, pero de vez en cuando, cuando tenía sed bebía de esta botella, y no me siento cansado.

Pero como todo se sabe, han ido a mi casa y alguien ha llamado a la puerta; son las cuatro de la madrugada. 
He abierto la puerta y me han secuestrado a punta de pistola. Son un grupo de árabes, me han dicho:
¡Colaboras o matamos a toda tu familia!, coge la medicina y acompáñanos. Estoy aterrado, esto no me lo esperaba.

Ya en varios coches negros, nos hemos dirigido a el aeropuerto, de Córdoba y en un avión grandísimo árabe, me han llevado a su país.

Aquí en el avión está el rey de este país, no sé quién es ni lo que quiere. 
Una traductora está delante, el rey me ha dicho:
¡Siento haberlo hecho de esta manera!, pero tengo un hijo muy grave, y me lo tienes que curar, o me das la medicina.

Le he respondido: Quizás si le doy la medicina, lo mismo no funciona... y no se cura, solo yo puedo dársela.

Me ha dicho; ¡Si muere mi hijo, le mataré!

Bueno para que contestar, si no me va a escuchar. 

Por la mañana, estábamos en el aeropuerto, cuatro coches llenos de guardias madre mía me han llevado escoltado, por toda la ciudad, hasta su hospital, en el hospital un despliegue de guardias cada dos metros, por los pasillos. 

Me dicen que se muere... así pues, hemos echado a correr.

Los médicos dicen que ya es tarde. así que de todos modos se la hemos dado a presión, por la boca... no reaccionaba el pasillo estaba lleno de mujeres con sus velos negros.


Yo estoy más asustado que un perro chico. No me atrevo a moverme del chico. 

Le estoy tocando la cara a ver sí, reacciona, pues de él depende mi vida, yo le seguía dando en la carita- ¡Niño despierta! ¡Niño, venga vamos!

Le puse la manita en su corazón, y notaba sus latidos muy bien. 

Todos estaban resignados, ya no creo que me mataran, pues no ha sido culpa mía, me han sacado de la habitación.
El rey Saudí me ha echado el brazo por el hombro, con la cabeza agachada y cuando salíamos, yo le dije por el pasillo:

El niño duerme tranquilo... Él no me entendía.
Yo dije más alto:
¡El niño duerme tranquilo!

La traductora dio un grito tremendo saltando de alegría. El niño está durmiendo.

Allí se armó otro barullo... me subieron en hombros, y me alzaron hasta el techo. En esta planta, no estaba nada más que el príncipe, pero el hospital estaba lleno.

Todos quisieron que también los curara. Yo les pregunté lo mismo que en España, que cuánto pagarían por salir de allí. Ellos me ofrecieron millones de dólares.

El rey me preguntó:
¿Para qué quieres tanto dinero.?
¡Para calmar el hambre en el mundo!, hambre que ustedes los magnates del petróleo, no queréis quitar.

Eso no le gustó mucho, pero estaba tan contento por la vida del príncipe que le importó un comino. 

Me ha dado un montón de millones para mi cuenta. No he salido del hospital hasta dejarlo limpio de gente enferma y me he extendido a los hospitales de otras regiones de aquí.

Aquí hay muchísimos millones de dólares, estos tienen que pagar toda el hambre de sus pueblos con su salud. 
Mientras yo sigo llenando la botella de agua normal del grifo. Creo que en tres días que llevo, tengo más millones que nadie.

Ya está funcionando mi ayuda, humanitaria por todo el mundo, cientos de colaboradores se han prestado a ayudarme, pues, el hambre no se cura con medicinas sino con comida. Tengo muchos colaboradores.

Vamos a levantar los pueblos de chabolas, haremos casas para todos, y serán casas bonitas y quitaremos el hambre; a
 todos los que podamos. 
Este mundo es demasiado intenso. Pero mi agua es milagrosa. Levantaré todos los continentes, espero se me unan algunos gobiernos. Pues también he ahorrado cientos de millones, a los gobiernos por el gasto de hospitalización.

Ahora tengo mucho poder, y todos me protegerán supongo. Visitaré los hospitales de todo el mundo.

Ya mis abogados velarán por los trabajos y por la fundación, que se llamará "En pie y andando"; así esto será interminable. Creo que mi vida será sacrificada, pues he intentado impregnar otras botellas pero es imposible.

La magia está toda en esta botella, o en mi pozo claro.  no puedo dársela a nadie, pues pudiera ser que su uso se desviara para otros sitios, y eso no será jamás.

 Daré la vuelta al mundo varias veces si es preciso, pero los farmacéuticos ya están empezando a odiarme, me he tenido que buscar guardaespaldas para mi seguridad.

He decidido desaparecer por algún tiempo, mi vida corre peligro y la de mi familia.

Simularé un accidente de avión, el que se estrellara en pleno océano... pues si nadie muere, el mundo terminará por colapsar.

Amigos hasta aquí mi loca fantasía, de un mundo  mejor y más humanitario.

¡Lástima si fuera cierto todo! 




Enrique Nieto Rubio. 
Derechos Reservados.
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.
D.I.DOII.A.CO.98