Traicionó a su hermano en el año mil trescientos cuarenta y cinco. Lideraba un pequeño ejército. Los varones cabalgaron al frente de su ejército, portando una túnica con la muerte en su espalda; logrando destruir la mayoría de viviendas en Medina Alzara, la vieja Córdoba.
Al final mató a casi toda la totalidad de personas en la ciudad de Córdoba, incluyendo a mujeres y niños.
Una vez desolada la ciudad, Abderran IV se confinó en su palacio con los mejores de sus vasallos y sus hijos. Este mandó una paloma mensajera, al Rey de Granada, pidiéndole ayuda.
El rey de Granada mandó a su ejército a defender Córdoba, para atrapar a los traidores de Abderran IV.
Sigilosamente y sin llamar la atención, tomaron la Calahorra y entraron por el corredor, por debajo del puente San Rafael; y llegaron hasta la mezquita, por un túnel que se encontraba en la parte inferior del río Guadalquivir. Desde allí, tomaron camino a Medina Azahara.
Asediaron a los traidores, atraparon y mataron a todos los hijos del rey bastardo; sin clemencia los colgaron en la Nueva Córdoba, en la Calle Cabezas.
El rey malvado Andun y su hija, huyeron y se escondieron en una casa en La Calle Rey Heredia, número trece. Se encerraron en esa edificación y no salieron más.
Ya liberada Córdoba de esta batalla, Abderran IV, dio las gracias al Rey de Granada y este le recompensó con un gran tesoro de la corona.
El Rey bastardo estaba confinado en la casa; mientras tanto, su hija se veía a escondidas con un cordobés allegado de la corona. Este tenía infinidades de tierras por aquí.
La hija del rey Andun con dieciséis años, estaba locamente enamorada de este chico. El malvado Rey descubrió a su hija, su romance. Este, con su amargura por perder la guerra, y a sus hijos, la tomó con la hija. La encerró en un sótano y jamás la soltó.
Con el paso de los días, el padre amargado quiso soltarla, pero era tarde ya. Ella estaba muerta... murió de pena y odiando a su padre, por haberla encarcelado.
El rey malvado vivió algunos años más, sumido en la miseria y cruel desolación... algunos dicen que perdió la razón, pues los fantasmas del pasado lo acechaban inmisericordemente.
Al final, imposible le fue soportar la muerte de sus hijos, y saberse el culpable de la muerte de su única hija... por lo que un día, decidió ahorcarse en la viga principal de la casa.
Nunca más nadie, volvió a mencionar sus nombres, tratando así de olvidar al hombre que masacró a miles de personas.
Pasaron los días, y el amado novio sentado a los pies de la casa, lloraba su ausencia día y noche... así todos los días. El chico, en la puerta de la casa, maldijo el número trece de esta calle; donde moriría de pena, pues la amaba a morir.
La casa tenía un patio hermosísimo, lleno de flores con una palmera gigantesca. Con el paso del tiempo, las plantas se apoderaron de la casa completamente... y con el paso de los años se convirtieron en zarzas, con espinas enormes.
Los gatos fueron sus únicos inquilinos, durante muchísimos años. Desde entonces las calles de Córdoba, en las que paseaba esta linda princesa y su amado, están embrujadas.
Si alguien no lo cree, solo tiene que pasear por sus calles, a partir de las doce de la noche... entrando por la puerta de Almogávares, todas las calles de su entorno-alrededor de la mezquita y pasando por la judería.
En esas calles lúgubres, podrán escuchar los susurros y lamentos, de la princesa y su amado. En la actualidad, ellos siguen paseando por Córdoba; sobre todo en luna llena.
Si estás muy atento, percibirás el aliento de sus bocas y el sentir de sus amores; y en el número trece de la calle Rey Heredia, a veces se escucha el desconsolado llanto y los lamentos del padre.
Hoy en día, la casa se continúan escuchando los lloriqueos y gemidos, razón por la cual, sigue siendo habitada solamente por cientos de gatos... quienes pareciera no sentirse incómodos en este ambiente desolador.
Pasaron los días, y el amado novio sentado a los pies de la casa, lloraba su ausencia día y noche... así todos los días. El chico, en la puerta de la casa, maldijo el número trece de esta calle; donde moriría de pena, pues la amaba a morir.
La casa tenía un patio hermosísimo, lleno de flores con una palmera gigantesca. Con el paso del tiempo, las plantas se apoderaron de la casa completamente... y con el paso de los años se convirtieron en zarzas, con espinas enormes.
Los gatos fueron sus únicos inquilinos, durante muchísimos años. Desde entonces las calles de Córdoba, en las que paseaba esta linda princesa y su amado, están embrujadas.
Si alguien no lo cree, solo tiene que pasear por sus calles, a partir de las doce de la noche... entrando por la puerta de Almogávares, todas las calles de su entorno-alrededor de la mezquita y pasando por la judería.
En esas calles lúgubres, podrán escuchar los susurros y lamentos, de la princesa y su amado. En la actualidad, ellos siguen paseando por Córdoba; sobre todo en luna llena.
Si estás muy atento, percibirás el aliento de sus bocas y el sentir de sus amores; y en el número trece de la calle Rey Heredia, a veces se escucha el desconsolado llanto y los lamentos del padre.
Hoy en día, la casa se continúan escuchando los lloriqueos y gemidos, razón por la cual, sigue siendo habitada solamente por cientos de gatos... quienes pareciera no sentirse incómodos en este ambiente desolador.
Derechos de autor
Enrique Nieto Rubio.
Colabora en imágenes,
Silvia Regina Cossio Cámara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.