martes, 24 de enero de 2017

.Chamaca un pueblo maldito


Año 1305, aquí por entonces, vivían diez familias en este pueblo perdido.

Donde los cuatreros y los bandidos hacían lo que querían.


Mi nombre es Sócrates, vivo con mis padres y mi hermana Virginia. Aquí en una granja a las afueras de este pueblo. 

Mi mamá Virginia es Irlandesa, y mi papá es de origen Americano y se llama Jonathan; y mi hermanita Virginia como mamá.

Mi papá tiene los mejores caballos de toda la comarca, y aquí vienen de todos los estados a comprar los mejores ejemplares.

Mi papá se vino siendo un muchacho con mucho dinero, que heredó de sus padres, y aquí ha comprado doce mil hectáreas, un gran sitio para criar caballos.

Justo al lado, en el ala norte de la granja, hay una pequeña mina de oro, que apenas sacan nada los del pueblo.

Aquí apenas hay nada; una cuadra, una herrería, un bar, la tienda y varias casas. Yo vengo con mi padre y compramos cosas en la tienda.

Año 1310 esto es tremendo, se ha encontrado oro pegado a la granja y mucho, los revuelos son tremendos, todos quieren la mina, pero ya se mete en nuestra propiedad. El pueblo ha crecido tremendamente, pues vienen de todos sitios a por el oro.

Ha llegado al pueblo un matón, con muchos hombres, quieren nuestras tierras; pero papá se niega a venderlas, va a explotar el mismo, la mina.

Así que ha contratado a muchísima gente, para que trabajen para él, y se ha traído a los pistoleros más rápidos del oeste.

Año 1315, yo tenía cinco años entonces y mi hermana cuatro. En esta noche, algo ha pasado... la granja ha salido ardiendo, y no nos encontramos. ¡Todo es fuego y humo!

Alguien me ha recogido y me ha llevado.

Hoy vivo con una tribu de indios, aquí en la montaña. Ellos, por las noches, me cuentan lo que ha pasado... que mis padres han muerto.

El jefe indio cuenta que era un gran amigo de papá, y que iban de caza siempre.


Así que aquí vivo agarrando a mi caballo por los pelos y montándolo al trote.

Han pasado muchos años ya, de todo aquello, ya casi ni me acuerdo.

La Tribu ha emigrado mucho más al norte, adentrándose en un inmenso bosque de pinos...
Esto es precioso, cazamos todos los días, tengo un buen arco, del Gran jefe, que me ha regalado.

Le llamó abuelo, desde pequeño. Pero ha muerto muy mayor.

Ahora tengo veinte años y he decidido dejar la tribu y marchar al viejo pueblo, a ver qué pasa, pues se oyen rumores que mi madre está viva.

Llevo cabalgando varias noches con sus días, y ya estoy cerca, pero no sé dónde estoy.

Viajo con mi hermano, de sangre Chéster, hijo del viejo jefe.

He entrado en el pueblo. Es muy grande nada parecer como yo lo recordaba.

He preguntado por mamá, y nadie la conoce, solo un viejo granjero, me ha dicho, que a las afueras del pueblo, vive una señora muy mayor, con una muchacha.

Voy a ir, pero estamos agotados y pernoctamos en el hotel.

Ya empiezan los problemas, no dejan entrar a mi hermano. Así que marcharemos a la casa a ver si tenemos suerte.

Hemos llegado a la casa, se han asomado con desconfianza por la ventana, y no nos quieren abrir. Y es que los indios imponen un poco ¡jajajajja!

Así que a gritos he preguntado:

¿Es la señora Virginia?
Ha abierto con desconfianza la joven, y ha dicho:
¡¡sí!!, ¿quién es?
¡Soy yo mamá... tu hijo Sócrates!

Mi hermana ha salido corriendo a darme un abrazo. ¡¡hermano soy yo Silvia!! ¡¡pasar, pasar!!

¡Madre!, ¿cómo estás? Me dijeron que todos murieron. Mira, este es mi hermano de sangre, el hijo del gran Jefe de la tribu... el amigo de papá, ¿no te acuerdas?

Mi madre está tan mayor que apenas si recuerda.

¡Ven hermana!, cuéntame, ¿cómo está todo?, ¡qué preciosa eres!

¡Ay hermano, han matado a papá y nos han robado la mina!

¡Pues esto va a cambiar! Porque ustedes ya no están solas.

Al día siguiente, mi primer paso fue ir al Sheriff, a reclamar mis tierras y la mina de papá.

Pero todo está en contra, pues el Sheriff tiene miedo; pues ese tío es muy importante en el pueblo... aunque los tiene a todos explotados. ¡Ninguno moverá un dedo!

Ha llegado un mensajero del pueblo indio a casa y dice:
¡El pueblo Indio, se muere de hambre! Y eso no lo voy a consentir. No soy muy bueno disparando, pero tendré que aprender.

He mandado un telegrama a los viejos amigos de papá, los pistoleros que él tenía; pues cuando murió... por lo visto todos se tuvieron que marchar, y ahora no sé qué va a pasar.

Me han contestado que recibiré una visita pronto, así que voy a esperar.

Pasados tres días han llegado unos forasteros al pueblo, con cara de matones. Han entrado en la cantina y se han puesto al lado mío, son muy jóvenes, pero todos llevan dos pistolas doradas.

Esto me inquieta, pues yo solo soy un cazador de venados, y un poco más.

Se ha desabrochado la chaqueta, dejando fuera su pistola dorada... la gente está asustada, se han marchado todos; y yo no me podía mover de allí. ¡Estaba acojonado!

El hombre le ha preguntado al camarero con muy malas pulgas:
¿Conoces a Sócrates?
Este asustado me señaló con la mirada... y muy despacio con la mano en el revólver, me miró.

¿Conque tú eres ese, que buscamos?
¡Ufff!, yo sudaba a chorros.
¡Si yo soy, Sócrates!

¡¡Bueno, somos los hijos de los amigos de tu padre, nos has mandado un telegrama, ¿verdad?
Así pues, sentémonos y cuéntanos qué te pasa.

Marchamos a casa y mi querida hermana nos preparó unas exquisitas fabadas, que las hace maravillosamente por lo visto.

Mi hermana les ha contado cómo mataron a papá, ellos quemaron la casa, y después dice que lo arrastraron por todo el pueblo... con un caballo hasta que murió; y que fue horrible

Uno de ellos dijo:
¡Pues habrá que hacer algo!, ¿verdad? Mientras los tres se miraron con Carola de malos, muy malosos.

Yo les expliqué, que no era nada de rápido disparando y mi hermano tampoco.

Uno de ellos dijo:
¡¡Eso tendremos que solucionarlo!! Pero además necesitaremos más hombres.

Mi hermano avisó a los mejores hombres de la tribu, pero que no podían venir con sus vestimentas... para no armar un conflicto con los indios, ¡esto será la guerra!

Más adelante me han dicho que el rubio es el Marshall de Oregón, y que es muy bueno disparando.

Nos han llevado a mi hermano y a mí, a las afueras a disparar, y nos han dado dos revólveres como los de ellos, con los mismos trajes, y unas estrellas de Sheriff; así que ahora somos los ayudantes del Marshall... Pues dicen que todo estará dentro de la ley.

¡¡Mañana visitaremos al gran hombre ese!! Con los documentos, reclamando el rancho y toda la mina... con todo el oro sacado hasta hoy.

Esto irá por escrito, y lo presentaremos.

A la mañana siguiente, nos preparamos para la gran visita.

Justamente habían hecho una tremenda casa, donde estaba la mía; con columnas de mármol y supergrande de tres plantas, era blanca y preciosa, ¡sí!

El Marshall, iba en el centro algo adelantado, cuando llegamos a la finca... era una gran valla al principio, y después al entrar con unos preciosos jardines y una gran fuente de mármol.

Él nos dijo:
Marshall, esperaremos todos aquí en la entrada, ¡que a nadie se le ocurra pasar de la alcáncela!

Yo solo entraré, ¿entendido?

Así el Sheriff entró muy despacio con la placa en la mano, diciendo:
¡Soy el Marshall, y traigo un documento de desahucio a nombre de tal y tal!

Así él explicó todo sin bajarse del caballo, ni siquiera.

Habían salido al menos diez pistoleros de dentro de la casa, con este hombre y bien armados, con escopetas y todo.

Él muy bien vestido y con un gran puro, este lo escuchó y después le dijo al Sheriff:

¡Ahora mismo, sales de mi propiedad o te muelo a tiros!, ¿entendido?

Todos levantaron los rifles apuntándole, este cejo hacia atrás con su caballo, sin quitarles la vista de encima y mientras se alejaba, dijo: ¡Esto es en nombre de la ley, volveré!

A si se marcharon para planear un ataque, en condiciones y una buena estrategia...

Al día siguiente, marcharon bien armados, dispuestos a sacarlos de allí. ¡Aquello sería brutal!

El Sheriff sacó unas bombas de humo caseras muy eficaces hechas por él... ¡va dispuesto a todo!

Mientras todo se preparaba, a la mañana siguiente nos contaron que días después de la muerte de sus padres, abandonaron el lugar, pues ya no tenía sentido luchar para nadie.

Al acampar de noche por el camino les prepararon a sus padres, una emboscada y los mataron a todos en la oscuridad.

Esto era una forma de venganza.

Así partieron a las ocho de la mañana, todos estaban esperando. Nos postramos en la entrada a tiro limpio... aquello fue una masacre.

Toda la finca la teníamos rodeada, hicimos varios alto el fuego por si querían rendirse; pero era inútil, pues había hombres en todas las ventanas y en el tejado. Todos iban cayendo uno a uno, pero ellos seguían disparando.

El Sheriff decidió entrar por la valla y tiró todas las bombas por las ventanas; todo aquello empezó a explotar tremendamente y la casa comenzó a llenarse de humo por todos los sitios; había humo por los cuatro costados.

Conforme iban saliendo, iban muriendo a tiros, así que cuando solo quedaba este y su familia, el Sheriff hizo un alto el fuego... y salió este maldito hombre detrás de su mujer y sus dos hijos, con las manos en alto, para entregarse.

Pero cuando bajo el primer escalón no le importo su familia y comenzó a disparar, y los demás respondimos. Así hasta que murieron todos.

Días después reclamamos legalmente la mina y el banco lleno de oro. A mi hermano y toda la tribu los arreglamos para siempre, ¡jamás pasarían hambre!

De ahí que se formó un gran pueblo en la montaña, con hermosas casas que se llamaría: Chamaca Dos Sítis.

El Sheriff no quiso aceptar ni un dólar, pero se quedó en nuestro pueblo, como Sheriff con sus dos ayudantes.

Claro que más tarde, cobraron lo suyo y más, que hasta socios fueron nuestros.

Enrique Nieto Rubio.

*Derechos Reservados*