En una frondosa higuera
un buen higo me comí,
y tanta fue mi alegría,
que otro cogí, sin espera.
Mientras su piel la quitaba,
a ese higo tan rico,
su leche le goteaba,
por la punta de su pico.
Como con ganas me quede
de frutas no saciado;
a un manzano yo trepé,
apostándome en su brazo.
Una manzana tomé,
roja como el carmín;
mientras le hacía mi mítos,
le daba bocaditos
y entera me la comí.
Ella decía que sí,
que la comiera toda entera;
pues corta fue la espera,
de dos bocados la comí.
¡Qué alegría que me dio!
Que hasta lágrimas salieron;
suspirando me fui yendo,
para otra cosa comer.
En mi porche me tumbé,
en mi tumbona favorita;
que en su lona fresquita,
a la parra yo miré.
Pues se me abrieron las alegrías,
cuando hermosas uvas divise;
pues le di con la escoba,
y un buen rámo yo tomé.
Las comí...de una en una,
hasta más y no poder;
me quedé relajadito,
en mi tumbona del placer.
Pues durmiendo me quede,
hasta tarde despertar;
y se me hizo la noche,
y con ganas de tomar.
Una cerveza fresquita,
la tomé de un tirón;
pues con tanta fruta, amigos,
la sed se disparó.
Enrique Nieto Rubio
<Derechos de Autor>
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