La vida le sonreía a José y Anita, el hotel contaba con empleados profesionales, quienes cumplían sus labores a la perfección; por lo tanto, decidieron contratar a un gerente de operaciones, y así disponer de más tiempo libre para disfrutar de su romance.
Anita era una mujer realmente especial, amaba con devoción a José, y día con día lo sorprendía con nuevos detalles. José se sentía engrandecido y él le correspondía consintiendo sus pequeños caprichos.Para ese momento, José tenía su vida resuelta; y deseaba comenzar una familia al lado de su amada.
Decidió sorprenderla; así pues, la invitó a dar un paseo en avioneta... y para tremenda sorpresa de la chica, cuando volaban sobre un campo de golf; vio un mensaje realiza do con rosas blancas, que decía:
Anita te amo... ¡Quieres casarte conmigo!
La joven emocionada no pudo contener el llanto, lo llenó de besos y abrazos, y le confesó que desde hacía mucho tiempo, ella soñaba con ese momento.
Al día siguiente viajaron treinta kilómetros, hacia la ciudad madrileña, Alcalá de Henares; pues allí vivían los padres de Anita.
José invitó a sus futuros suegros a almorzar, y les pidió la mano de su amada princesa; ellos accedieron inmediatamente, pues sabían que su hija lo amaba infinitamente.
Alcalá de Henares fue declarada, Patrimonio de la Humanidad; así pues, después visitaron algunos de sus bellos parajes.
De vuelta al hotel pasaron visitando a los padres de José, para darles la noticia, y ellos también les otorgaron su bendición; pues para ese entonces ya querían a Anita como a una hija... pues sabían que ella una chica excepcional.
Es más, los padres de José, siempre se cuestionaban, si la presencia de la chica en la vida de su hijo; había contribuido a que desapareciera el problema de tartamudeo, que afectaba a José. Pues él nunca más tuvo trabas al conversar.
Acordaron que la ceremonia se realizaría en dos meses, tiempo en el cual, con suma ilusión, juntos compartieron la experiencia de organizar cada detalle de la boda.
Casi en todo concordaban, más Anita deseaba casarse en la playa, y José en el teatro del hotel... al final ambos cumplieron su deseo.
La boda civil se celebró en la playa, un día viernes justo al atardecer. A este evento acudieron, solamente las personas más cercanas a los chicos... a lo sumo serían cien. Entre ellos, don Ricardo con su esposa, quien logró el perdón de su familia; ya que después del incidente en el hotel, pasó a ser uno de los mejores amigos de José.
El lugar fue decorado de forma sencilla, pero con gusto exquisito.
Las sillas forradas de blanco, en medio una hermosa alfombra con pétalos de rosas, en esta oportunidad de color carmesí... al fondo, en el lugar donde se encontrarían los chicos, una hermosa pérgola con telares al viento; como fondo el hermoso azul del mar, quien con su oleaje parecía rendirlas tributo, con delicioso cantar. Y como guinda sobre el pastel, un majestuoso cielo se lucía, con hermosos colores pastel.
Después de la cena, presenciaron un espectáculo realizado por malabaristas de antorchas; al final terminaron cantando y danzando alrededor de una hoguera... casi hasta el amanecer.
Ese mismo día, a las seis de la tarde, se llevó a cabo la boda religiosa. Don Antonio y su señora, fueron los padrinos de boda; y las modelos fueron las damas de honor.
La ceremonia se llevó a cabo en el teatro del hotel, y fue precedida por el sacerdote de la Parroquia de Jesús de Medinaceli.
¡El salón de espectáculos, lucía más radiante que nunca... bla, bla, bla! ¡Imposible mis amigos relatar los detalles!
¡Porque si certero es, que la fiesta de reinauguración fue por demás colosal... los chicos para este evento, tiraron el hotel por la ventana! ¡Jajajá!
¡En esta ocasión mi relato, termina como en todo cuento de hadas... pues comieron perdices y fueron felices para siempre!
Enrique Nieto Rubio.
derechos de autor.
-Fin-
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