viernes, 25 de febrero de 2022

.Una vida, que me pasó, mientras dormía, de Enricostro.

 Una vida, que me pasó, mientras dormía, de Enricostro,

Yo iba paseando con alguien, que no sé quién era,

y pasamos, por una vieja calle, donde Vivían cerca unos tíos míos, y no sé por qué decidimos llamar a una casa, y preguntar por Pepe Rubio, mi tío.

Que yo sabía, que por allí ya no Vivían.

 Bueno, abrió un señor,

y me dijo:¿si me acuerdo de él, era una buenísima persona?, y acto seguido me marche andando.

Un poco más adelante, encontré un gran portalón, era una nave inmensa como cocheras de autobuses, y al fondo, había un gran corro de personas cantando.

Ese que venía conmigo, me dijo:¿esto seguro es una cesta?

pero yo seguí hasta el fondo, y allí estaba,

haaa no recuerdo su cara, pero sí sé que era bellísima.

Estaba en el centro de rodillas, me agaché y comencé a acariciarla, era de piel suave y tersa, y ya la quería a morir, la deseaba mucho.

Ella, como si de toda la vida, fuéramos pareja, nos marchamos y desde entonces hacíamos el amor constantemente.

Más yo era muy feliz con ella.

Pasaron muchos años creo, pues ya teníamos cinco hijos.

Pero un día que llovía a mares, me encontré en una plaza que estaba en la entrada de aquella nave, y en su centro todo embarrado había una farola y allí dos niñas entre cinco y seis años, yo las conocía, pero no entendía nada.

Las tomé de la mano, y nos fuimos hacia dentro de la nave.

Ya a lo lejos se veía varios autobuses, llenos de personas y de tras de los autobuses, otras a pie que se marchaban.

Todo en aquella nave estaba desmantelado, no quedaba nada,

Yo me estremecí de dolor, pues no encontraba a mi amada.

Allí con mis queridas niñas, así que me asusté mucho viendo que aquello era el fin.

La busqué entre todas las personas que allí quedaban,

hasta que todo quedo vacío, solo basura por todos lados.

Salí con mis dos niñas, y mirando aquella farola, estaban mis cinco hijos, y todos eran pequeños de dos a siete años.

Así me acerqué a ellos y nos abrasamos todos,

algunos me llamaban asustado papá, papá.

Ya las otras dos se unieron a ellos.

No recuerdo si las dos primeras, eran mías, o de ella, pero eso a mí no me importaba, nada.

Pero donde estaba su madre, mi esposa.

Recordaba que tenía un piso, y allí nos fuimos todos.

Éramos nueve en total y el piso no era muy grande,

Pues unos cincuenta metros.

Bueno, sé que tenía dinero en el banco, de otros tiempos a tras

pero no recordaba nada.

Ya al partir, pusimos en aquella farola, un cartel grande amarrado que decía.:¿Asunción, vendremos todos los viernes a las once de la mañana, espéranos, por favor?

Así fue pasando el tiempo, yo me refugié con mis hijos, y fueron creciendo con mucho amor, y cada día hablábamos de la mamá.

ya se hicieron grandes, algunos se me casaron.

un viernes cualquiera, cuando me acercaba hacia la plaza de lejos, vi una mujer de negro, sentada junto a mi farola, me acerque y dije:¿Asunción?,

Ella levantó la cabeza y nos miramos, estaba muy enferma y triste.

Ya la levanté y la puse de pie. Ella aún tenía esa belleza de los primeros días.

No sé cuantos años pasaron, la llevé a casa y entre mis hijas la lavamos y la metimos en mi cama.

El tiempo parecía haberse parado.

entre médicos parecía no tener solución, y que le quedaba muy poco tiempo. 

Cada día cada minuto, estuve cuidándola.

Pasaron unos meses, y parecía estar mejor.

Un día muy bajito, me dijo:¿qué el día que la recogí creía que la dejaría abandonada, en aquella farola?

Y me dijo que la perdonara por haberse marchado, porque como se iba a morir, por su enfermedad no podría con los niños. 

Así yo la abracé sin ningún reproche, más ese dolor lo tendría yo para siempre.

Algunos años después, mi amada Asunción, que tanta felicidad nos dio, falleció un viernes a las once de la mañana.

Enrique Nieto Rubio. 

derechos reservados.

Esta historia la escribí,

una madrugada que sobresaltado,

me desperté. SALUDOS a todos.  

DV.D.DD.DD.DJ.

 








 

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