miércoles, 26 de agosto de 2015

.Los pipas de Enricostro (relatos).


En un pueblo cerquita de Córdoba, había un pequeño pueblo, donde el paro laboral no existía. Todos sus habitantes trabajaban, por lo que el lugar era próspero y moderno... nada faltaba.

Pero no todo era color de rosa, pues la población tenía una gran espina clavada en su corazón; pues allí vivían tres chicos que aún no habían cumplido mayoría de edad; quienes con sus fechorías mantenían a todos los habitantes en jaque.

Ellos eran unos delincuentes, que ejecutaban todo tipo de fechorías. Asesinaban, robaban coches, motos, casas; incluso entraban al centro comercial, golpeando a diestra siniestra a quién les venía en gana.

La policía los detenía, pero siempre por alguna razón; ellos siempre se salían con la suya; ya sea por falta de evidencias, o porque nadie contaba con el valor suficiente para denunciarlos; así pues, a los pocos días salían libres... y por supuesto, volvían a lo mismo.

Eran tan perversos que acorralaban a mujeres vulnerables, sin que para ello importará la edad... hostigándolas para que estuvieran con ellos; si estas no aceptaban, las golpeaban sin misericordia.
Todos los habitantes del pueblo, comentaban entre unos y otros, la abominación que sentían contra los jóvenes criminales; no obstante nadie se atrevía a tomar la ley por propia cuenta, pues temían terminar presos.

Día a día, se iban convirtiendo en seres más despiadados y salvajes, pues con el tiempo sus delitos eran mucho más violentos y sanguinarios. Comenzaron a abusar de mujeres vulnerables; entre los tres las violaban y si estas se oponían las mataban, sin importarles que hubiese más personas presentes.

Como eran tan temidos por la población, sabían que nadie trataría de enfrentarlos. Y tal cual sucedía siempre, las autoridades los capturaban... pero igual a los pocos días se encontraban libres de cargos.

Un buen día, un tranquilo barrendero trabajaba cerca de las vías de la estación del ferrocarril. Se percató cuando el tren se acercaba, a baja velocidad... pues antes de arribar había una curva prolongada.

De pronto los vagones comenzaron a colapsar, y los cristales a reventar. La locomotora quedó anclada en ese mismo instante; por lo que los pasajeros despavoridos y aterrados evacuaban a toda prisa del tren.

Se podía observar que el último vagón se encontraba envuelto en llamas, y el barrendero que se encontraba en el lugar, inesperadamente sintió como unos cristales, como lluvia... cubrieron el espacio donde se encontraba.

Cuando el barrendero logró mirar, hacia el interior de uno de los vagones; entre los cristales rotos, advirtió a los chicos que tanto daño infligía al pueblo... y les dijo:

-¡Basta de fechorías!... ¿Ya vale no?
Ellos saltaron por las ventanas, y cuando el barrendero quiso reaccionar, uno de los malhechores lo amenazaba con un gran y filoso cuchillo.

Uno de ellos le vociferó... ¡Qué te has atrevido a decir! ¿Quieres morir?

El barrendero se quedó erguido, mientras en su mano sostenía unas tijeras grandes, para podar... Más en ese preciso instante se escuchó una gran explosión, procedente del vagón en llamas; por lo que los criminales volvieron la vista al lugar del estruendo... incluyendo al que le amenazaba con el cuchillo.

 
El barrendero que temía por su vida, hizo uso de sus tijeras con una rapidez tremenda, cortando la cabeza de dos de los maleantes... y al tercero le hundió las tijeras hasta el fondo del estómago; diciéndole:

-¡Llego tu final capullo, no volverás a hacer más daño a nadie!

El jovenzuelo aún en ese momento, miraba al barrendero fijamente, y con los ojos que casi se le salían de las órbitas, sin siquiera respirar... parecía querer fulminar a su ejecutor con la mirada.

El barrendero, quien temió que el delincuente quedará con vida; no dudo en utilizar de nuevo las tijeras, decapitándolo también. Cuando el pobre hombre se percató de lo que había hecho...no pudo dejar de lamentarse por lo sucedido.

Sin embargo, nada podía hacer; así que inmediatamente desnudó sus cuerpos, las vestimentas las echó en una bolsa, dentro de un cubo. Acto seguido, se dirigió a los cuerpos de los tres individuos, cortó todos sus dedos... los cuales, junto con las vestimentas y cabezas en el cubo, colocó.

Seguidamente, los restos de los individuos, de una patada, empujó hacia las vías; tirándolos por la estación, tal cual si de basura se tratara.

Recogió sus herramientas de trabajo, limpio rastros de permanencia en el lugar... tomó los cubos con las evidencias, y se retiró en dirección a su cuartelillo.

A llegar y sin decir nada; vació el contenido en una bolsa negra, la cual amarró muy bien... la introdujo en la cajuela de su coche y se dirigió a su casa.

Él vivía en una cutre parcela, llenita de trastos por todos sitios; así que excavó un gran agujero, lugar donde usualmente tiraba la maleza y enterró la bolsa.

Debido a la explosión y el pánico generado en la estación; nadie prestó mayor atención a las formas en que se habían encontrado los cuerpos. La policía recogió los restos, esperando de forma alguna encontrar los cuerpos o dedos, y así poder identificar a las "víctimas".
Lo único que tenían como pista, era la gran cantidad de oro que portaban los cuerpos; pues los tres tenían en el cuello, gruesas cadenas de oro, y un medallón en el cual con diamantes, estaba impreso el nombre de: "Los Pipas".

Se realizaron las investigaciones correspondientes, por parte de la policía... más nunca encontraron pista alguna. Sin embargo, los residentes de esta población, encontraron por fin la paz y tranquilidad, que por tanto tiempo habían añorado.



"Quién a hierro mata, a hierro muere"

Enrique Nieto Rubio.
*Derechos Reservados*

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