lunes, 14 de abril de 2014

..Una niña vagabunda.(cuentos)


Se llamaba Arminia, vivía en el casco viejo de Londres, en los años 30, entre tiendas y rincones... por esas calles empedradas. 

La niña solo tenía cinco añitos, cuando con su madre Ámbar huyó del pueblo, donde vivían en casa de su abuelita muy anciana y con el marido borracho y vulgar, quien constantemente le propinaba palizas tremendas... más un día no soportó más, y decidió partir.

Pues un día este malvado hombre golpeaba a la joven madre, mientras la pobre abuela sostenía en brazos a Arminia... más le pegó tan fuerte, que la empujo contra la anciana y la niña; abriéndole una herida en la frente que llegaba hasta la nariz... cicatriz que le quedaría por siempre.

A los pocos días de sucedido este suceso, la abuelita murió; y Ámbar tomó a Arminia de la manita y salieron corriendo de casa, sin nunca volver la vista atrás.


Llegada la noche, llegaron a los portales de la plaza, lugar donde se cobijaron... así de su primera noche en paz... más temerosas y tristes por el futuro incierto que les esperaba; así vagaron por muchos años, trabajando unos días en un sitio y luego en otro lado.

Una noche Ámbar se quejó de un dolor agudo y se retiraron a descansar más temprano de lo usual, buscando cobijo en el portal... Arminia, para ofrecerle algo de confort, la cubrió con cartones y cuando escuchó que su madre dejó de quejarse, muy cansada, termino por quedarse dormida también.


A la mañana siguiente, Arminia se levantó del lado de su madre y caminando, llegó hasta un mercado, y frente a un puesto de carne, levantó la mano... el tendero, al ver esa carita tan sufrida, le dio un bocadillo estupendo.

Arminia agradeció y pronta salió corriendo para dárselo a su madre, pero cuando llego ya no estaba... Se sentó allí mismo y se dispuso a comer, pues estaba muertecita de hambre.

De pronto, de una de las casas allí ubicadas, salió una mujer, a quien Arminia preguntó:
¿Has visto a mi madre?
-¡Lo siento cielo! Pero tu madre ha muerto y las autoridades correspondientes se la han llevado al cementerio.
La pobrecilla comenzó a llorar desconsolada y al cabo de las horas se quedó profundamente dormida.

Al día siguiente, echó a andar y comenzó a pedir... estaba de suerte, pues todos le brindaban algo; ella lo guardaba todo en un bolso, que era casi más grande que ella.

Entrada la noche, hacía un frío tremendo, y se acercó a una anciana que estaba al lado de una candela; le tomó la mano y mirando hacia arriba, le preguntó:

¿Quieres ser tú mi abuelita?
La anciana la miró detenidamente y luego dulcemente y bañada en llanto por la emoción, le respondió:
-¡Si hijita, claro que sí! Yo seré tu abuelita. ¿Sabes? Yo he llorado toda la vida, pues nunca familia se me concedió tener; y por muchos años a Dios imploré; y sé que tú eres ese ángel, a quien prometo con amor cuidaré.

Ahora
... Ven a mi lado,  caliéntate y estarás mejor.



Arminia acto seguido le preguntó:
Abuelita, ¿Tienes hambre?
-Lo cierto es que sí, y mucha, pues no he comido nada.
Pues toma abuelita comete, esté bocadillo que está riquísimo.
-¡Oh, gracias cielo! Pues con la barriga llena se duerme mejor. ¿Verdad?
Si abuelita.

Seguidamente, la abuelita se fue con Arminia a una cabaña que en un descampado había. 
Allí Vivían más indigentes y todos se llevaban muy bien... la niña 
se acostó junto a la abuelita y le comento:
¿Sabes abuelita? Una noche, mi mamá me relató el cuento de una princesa, que vivía en un castillo... debes saber que si yo fuera una princesa, tendrías una cama de oro para que durmieras bien.
A los pocos minutos, se quedó dormida junto a la abuela, quien la arropo como si fuera su alma.

Esa noche soñó de lo más lindo de este mundo; se vio como una princesa hermosísima, que bailaba con un príncipe y era de lo más feliz de este mundo.

Por la mañana Arminia se levantó de lo más contenta, pues para ella, la chabola era como un palacio; salió a la puerta y con una escoba se puso a barrer todo el descampado, despertando a todos los vecinos. No se detuvo, hasta dejar todo muy limpio. 
Con el tiempo todos llegaron a quererla muchísimo, pues era una niña muy educada, trabajadora y simpática.

A pocos metros de allí, había una casa muy grande y siniestra; con unas rejas grandísimas y una parrilla altísima, que solo se divisaba a lo lejos entre los jardines que la rodeaban.

Un día, estando Arminia detrás de las rejas, vio un joven de su edad, más o menos, jugando junto a la casa. El chico se dirigió a la reja y le preguntó:
¿Cómo te llamas?
-Arminia, ¿Y tú?
Yo me llamo Yosert. ¿Dónde vives?
-En el llano con mi abuelita.
¡Ah! Enfrente... ¿Quieres jugar conmigo a la pelota?
-¡Claro que sí!



Yosert abrió la verja y Arminia entró al patio, el cual era  tan grande, que hasta un campo de fútbol tenía... estuvieron jugando toda la tarde.
Como a las seis la criada lo llamo.
-Yosert a merendar.
¡Voy!... ¿Quieres merendar?
-Sí que quiero.
¡Pues ven conmigo!

La llevó por la puerta de la cocina y le ordenó a la criada, que preparara una merienda para Arminia; esta no objeto nada, preparo la merienda... pero antes de dársela les dijo:

-Tenéis que lavaros las manos.
Si está bien... ¡Ven, vamos!
Se lavaron las manos, merendaron y jugaron por el resto de la tarde.
Ya cuando iba a anochecer, Arminia le exclamó:
¿¡Oh! Se ha hecho muy tarde... gracias por todo, ahora debo de partir.

Yosert rápidamente cuestionó:
¿Vendrás mañana?
-Si tú quieres sí.
Vale jugaremos.
-Adiós Yosert.
Adiós Arminia

La niña se marchó y cuando llego a la chabola, la abuelita le pregunto:
¿Dónde has estado?
-Abuela, no te lo vas a creer, he estado en la casa grande y he merendado allí.
Uuups... ¿No me digas?
-Si abuelita hay un niño como yo de grande, y hemos estado jugando, y me ha dicho que mañana vaya también.
¡Ah! Bueno... eso está bien cielo, así será mucho mejor para ti.


Cuando Yosert, ingreso a su casa, la madre, quien había estado toda la tarde viendo como jugaba con la niña, preguntó:



Yosert ¿quién es esa chica?
-Mamá, ella es una niña que vive en el llano de enfrente con su abuelita.
-Bien... ¿Me la presentarás?
¡Sí mamá! Le he dicho que venga mañana. ¿Tú no te enfadas verdad?

-No, hijo... ¿Cómo me voy a enfadar?


Al día siguiente llegó Arminia a jugar con él, su ropa estaba muy vieja y sucia, además la pequeña tenía muchos churretes en la cara; pero igual era preciosa y un encanto de niña.

Yosert se la presentó a su madre, y esta le preguntó: ¿Cómo te llamas?
-Me llamo Arminia
Ah, ¿Qué edad tienes?
-¡Augh!, No sé, mi abuela no me lo ha dicho.
No te preocupes, imagino que tendrás doce años más o menos como Yosert.
El niño interrumpe y dice:
-Mama nos vamos a jugar ¿Vale?
Bueno, tengan mucho cuidado.

La madre de Yosert se quedó pensativa, y decidió comprar ropa nueva para la niña... pero antes decidió ir a hablar con la abuelita.

Llamó a la puerta, pero no respondía nadie... empujó la puerta y en una cama algo sucia y rota, había una anciana casi moribunda que apenas hablaba.
La mujer sintió temor y cuando se disponía a retirarse, escucho un siseo... se volvió, y observó que la anciana le hacía señas con la mano para que se acercara... y cuando lo hizo, está apenas susurrando, le dijo:
Le suplico, por favor, quédese con la niña, que yo  me estoy muriendo.

La señora sintió gran compasión... cogió la mano de la anciana y le respondió.
- No tiene nada de que preocuparse, pues cuando usted no esté más, la niña se quedará conmigo.

¡Gracias, buena mujer!

Así vivieron los siguientes meses... más una mañana al despertar, cuando la niña se acercó a su abuela... está respiraba con dificultad... Envió a la niña, a llamar a la buena señora, y luego de entregarle a Arminia en sus manos, su rostro se apagó.


La madre de Yosert, dio aviso a las autoridades y estos la recogieron para darle santo entierro.

Desde ese mismo día, la mujer bañó y vistió a Arminia, quien con el paso del tiempo se fue convirtiendo en una princesa hermosa, cumpliéndose así sus sueños, en una bella realidad.

¡Colorín colorado!, este sueño de una niña vagabunda... felizmente ha terminado!



Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
Silvia Regina Cossio Cámara.

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