sábado, 13 de julio de 2013

..María Luisa....Un ángel del más allá, de Enricostro.



María Luisa, ella con nueve añitos, murió de Meningitis y neumonía.


En el cielo de los ángeles, pocas había como ella.


Graciosa, simpática y muy ocurrente; aún milita bromeaba con
 todos, pues todos los del barrio la queríamos mucho.

Pues en su enfermedad, irradia dulzura y ese encanto que te
 obligaba a quererla. Un 26 de diciembre cerró sus ojitos para
 siempre.

Todos en el barrio la lloramos... pero nadie quiso resignarse a
 perderla.

El entierro fue monumental, un carruaje con dos caballos blancos a
 la cabeza y una inmensa corona a cada lado.

El cementerio abarrotado de personas de todos sitios; hasta de
 Alemania vinieron a verla,

por parte de su papá que trabajaba allí.

Ya enterrada, todos los visitantes de rodillas en el suelo, pedían por
 ella para que se fuera al cielo.




Llovía a mares y el barro se adueñó de todas vestiduras de los
 visitantes; más a nadie le importaba el agua, el frío ni el barro.

Nada de nada solo deseaban acompañar a la pequeña niña; pues
 querían a María Luisa, esa niña chatita de ojos verdes y cabellos
 dorados.

En sus rezos se iluminó el sepulcro, y un gran resplandor salió a la
 superficie; era ella quien flotaba en el aire; y con una sonrisa
 encantadora y sus manos entreabiertas dijo:

- ¡Uy, uy! ¡Veo que no podéis vivir sin mí!

Pues bien, jugaremos en el bosque y el que me encuentre un beso y
 un chiste ¿Sí?

En ese mismo instante el cielo se abrió y el sol relucía como nunca.
 Se adentraron en el bosque y todos corrieron a buscarla, fue un día
 maravilloso.



Como el bosque era inmenso e imposible de encontrarla; ella se
 multiplicó y detrás de cada árbol salía ella y decía:

¡Ah me has pillado toma¡Un beso.! Muack... Y les contaba un chiste;
 así con todos a la vez.

El bosque entero se reía y la risa se notó hasta en China, que
 también se contagiaron de la risa aquella.

Así fue durante todo el día; ella relucía con una luz tremenda y al
 final de la tarde les dijo:

Todos los días, a la misma hora, estaré en el bosque, para quien me
 quiera visitar; y quien venga y me encuentre; le regalaré esta
 medalla de San Cristóbal, que le dará suerte.

María Luisa... repartió besos y todos quedaron de lo más contentos
 con ella.

Muchos años han pasado y María Luisa; sigue en el bosque
 corriendo y alegre. Otras generaciones la visitan cada día, y salen
 de lo más felices de este mundo.

Hoy es un hermoso parque lleno de flores y mariposas, que
 posándose en las cabezas de los visitantes, le susurran a las
 personas: Por allí niña... ¡Por allí!






En memoria de mi querida vecina... Con todo mi amor para ella, que
 fue un ángel y ahora en el cielo vive con Dios... El Creador del
 Universo.

Fin

*Derechos de Autor*

Enrique Nieto Rubio.

Colabora en imágenes,
Silvia Regina Cossio Cámara.

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