María Luisa, ella con nueve añitos, murió de Meningitis y neumonía.
En el cielo de los ángeles, pocas había como ella.
Graciosa, simpática y muy ocurrente; aún milita bromeaba con todos, pues todos los del barrio la queríamos mucho.
Pues en su enfermedad, irradia dulzura y ese encanto que te
obligaba a quererla. Un 26 de diciembre cerró sus ojitos para
siempre.
Todos en el barrio la lloramos... pero nadie quiso resignarse a
perderla.
El entierro fue monumental, un carruaje con dos caballos blancos a
la cabeza y una inmensa corona a cada lado.
El cementerio abarrotado de personas de todos sitios; hasta de
Alemania vinieron a verla,
por parte de su papá que trabajaba allí.
Ya enterrada, todos los visitantes de rodillas en el suelo, pedían por
ella para que se fuera al cielo.
Llovía a mares y el barro se adueñó de todas vestiduras de los visitantes; más a nadie le importaba el agua, el frío ni el barro.
Nada de nada solo deseaban acompañar a la pequeña niña; pues
querían a María Luisa, esa niña chatita de ojos verdes y cabellos
dorados.
En sus rezos se iluminó el sepulcro, y un gran resplandor salió a la
superficie; era ella quien flotaba en el aire; y con una sonrisa
encantadora y sus manos entreabiertas dijo:
- ¡Uy, uy! ¡Veo que no podéis vivir sin mí!
Pues bien, jugaremos en el bosque y el que me encuentre un beso y
un chiste ¿Sí?
En ese mismo instante el cielo se abrió y el sol relucía como nunca.
Se adentraron en el bosque y todos corrieron a buscarla, fue un día
maravilloso.
Como el bosque era inmenso e imposible de encontrarla; ella se multiplicó y detrás de cada árbol salía ella y decía:
¡Ah me has pillado toma¡Un beso.! Muack... Y les contaba un chiste;
así con todos a la vez.
El bosque entero se reía y la risa se notó hasta en China, que
también se contagiaron de la risa aquella.
Así fue durante todo el día; ella relucía con una luz tremenda y al
final de la tarde les dijo:
Todos los días, a la misma hora, estaré en el bosque, para quien me
quiera visitar; y quien venga y me encuentre; le regalaré esta
medalla de San Cristóbal, que le dará suerte.
María Luisa... repartió besos y todos quedaron de lo más contentos
con ella.
Muchos años han pasado y María Luisa; sigue en el bosque
corriendo y alegre. Otras generaciones la visitan cada día, y salen
de lo más felices de este mundo.
Hoy es un hermoso parque lleno de flores y mariposas, que
posándose en las cabezas de los visitantes, le susurran a las
personas: Por allí niña... ¡Por allí!
En memoria de mi querida vecina... Con todo mi amor para ella, que fue un ángel y ahora en el cielo vive con Dios... El Creador del
Universo.
Fin
*Derechos de Autor*
Enrique Nieto Rubio.
Colabora en imágenes,
Silvia Regina Cossio Cámara.