Laura era una mujer profundamente enamorada, de su marido. Era incapaz, de ver los defectos de su esposo.
Él era una persona vaga y sin sentimientos, pues la trataba como cualquier cosa. Ella no le merecía importancia alguna; además de ser un mujeriego.
Pero ella hacía la vista ciega; para no crear malos rollos, en el hogar.
La chica tenía diecisiete años. Él nunca desaprovechó oportunidad para verla de menos, y hacerle desplantes tremendos... la verdad es que no la quería.
Cuando algún familiar le decía a Laura:
¡Él no te quiere, déjalo!
Ella se enfadaba, y luego se encerraba en su dormitorio. En el fondo, ella sabía que él, no la amaba. En su aislamiento su dolor expresaba... llorando por muchísimas horas.
Frente al espejo y desnuda se preguntaba:
¿Qué tiene mi cuerpo, para no ser deseada por él?Pues muchas veces intentó llamar su atención. Hubo días y noches, en las que la chica sutilmente... mostraba su desnudez; casi delante de él, para llamar su atención.
El hombre apenas la miraba de reojo, y ni un solo gesto en su rostro, de interés o amor, se percibía.
Ella, cabizbaja y sintiéndose miserable, se iba a la cama desnuda, después de tomar una buena ducha.
Él pasaba horas por noche, viendo la televisión; hasta que ella, rendida en sueño, quedaba.
Laura trabajaba diez horas al día, por lo que regresaba al hogar tarde por la noche.
Con amor y dedicación le preparaba sus alimentos y le ofrecía la cena. Después se encargaba de que todo estuviera en orden y limpio... aguantando, por igual, las impertinencias y malos tratos de él.
Porque sin importar que tan agotada del trabajo regresaba, él no colaboraba en la casa. Se marchaba al bar y cuando regresaba la esforzaba, y obligaba a hacer cosas que ella no quería.
La ternura y consideración del hombre era nula; ella, con lágrimas en los ojos, aceptaba todo sin rechistar. Se sentía muy sola y desdichada.
Una noche llegó ella del trabajo; y cuando entro en el dormitorio, se encontró a su marido haciendo el amor con otra mujer. En ese momento la chica estaba encima de él, completamente desnuda.
Él tan solo se limitó a mirarla y burlonamente sonrío; esa fue la copa que colmó su desventura. Llorando salió, sintiéndose completamente desvalida.
Corrió y corrió alejándose de la casa, sin voltear la vista atrás, sin apenas ver a dónde se dirigía. Esa noche, en especial, era fría y oscura; llovía a mares... parecía que el cielo, junto con ella, lloraba por su desgracia.
Adentrándose en el bosque, y en la oscuridad de la noche; sus ropas se fueron desgarrando entre tanta maleza, pidiendo a gritos encontrar la muerte... ¡Ya no quería vivir más!
En su errática y veloz carrera, chocó con un gran árbol; quedando semidesnuda e inconsciente, en un gran charco de barro y sangre, sobre el follaje quedó.
La lluvia era torrencial...su delicado y bello cuerpo, tras su ropaje desgarrado y translúcido, se dejaba ver.
El árbol quiso hacerla suya, y…. ¡Lo consiguió! Ella, indefensa absolutamente, se dejó llevar como siempre.
El árbol sacó sus raíces de entre el barro, y arropándola con las raíces, con ellas la envolvió y la engulló, hasta formar parte de él.
Su cuerpo había quedado entre sus ramas… Ahora era parte de él. Su llanto era frágil… Pero profundo.
Mientras en su casa, su esposo seguía con su amante, hasta consumar su acto sexual; sin preocuparle o importarle lo más mínimo; en donde estuviera su esposa.
Pasaron los días y las semanas; y Laura no aparecía. Los rumores eran que él la había matado, o algo muy malo le había sucedido.
La buscaron por todos sitios, sin resultado alguno; se adentraron en el bosque, y nada. Solo encontraron restos de las ropas de Laura, por todo lo largo del bosque.
La policía llamó al marido a testificar, como principal sospechoso. Él confesó:
Ella se echó a correr y huyó, cuando con otra mujer, me encontró en la cama.
La mujer que lo acompañaba, también tuvo que testificar.
Toda la historia llegó a oídos de los vecinos, y el Alcalde lo nombró como persona no grata. Básicamente, lo obligaron, a irse fuera del pueblo para siempre.
¡No hubo justicia! Pues nadie más investigó o defendió a aquella chiquilla; que, por amor e inocencia, le tocó casarse con una mala persona.
Así pasaron los meses… Ya todo parecía olvidado.
Sin embargo, un buen día de verano, unos cazadores salieron aterrados del bosque.
Ellos informaron que un llanto desolador e insoportable, se escuchaba y penetraba lo más profundo del alma y los huesos.
Desde ese día, nadie quería visitar o entrar en el bosque.
Parecía un lugar maldito; algunos atrevidos lo intentaron, pero nunca vieron nada. Decían que era el mismo bosque, el que doliente lloraba.
Una mañana, en la carretera se averió un coche; en el vehículo viajaba un matrimonio con sus tres críos.
Cuando el conductor se bajó para ver que le ocurría al vehículo y no poder arreglarlo, se fue andando a buscar ayuda. , una niña de siete añitos se salió de él… Sin percatarse de ello, ninguno de los ocupantes.
El conductor se dirigió al pueblo a buscar un mecánico, pero era día de fiesta y no había ni un taller abierto.
El conductor no tuvo más remedio que regresar inmediatamente, pues ya era tarde… Casi las siete de la noche. Al llegar al lugar, su mujer histérica y llorando le dijo:
¡Alicia, nuestra niña ha desaparecido! El hombre, pareció enloquecer, gritándole a la mujer:
¡Por qué no has cuidado bien de los niños!
El padre, inmediatamente, se internó en el bosque en busca de la pequeña… Pero todo esfuerzo fue infructuoso.
Salió del bosque y junto a su familia se dirigieron caminando hacia el pueblo. Dejó a su esposa y sus otros hijos en la pensión… Y se dirigió al pueblo a buscar ayuda para buscar a Alicia.
El hombre se dirigió al cuartelillo pidiendo socorro; pero allí solo había un policía, y este le dijo:
¡No entraría en ese bosque, por nada del mundo! Y en este pueblo nadie entrará, porque el bosque está maldito… Y mucho menos de noche. Espere hasta mañana y veremos qué pasa.
El hombre molesto y con el corazón roto, se marchó.
Mientras tanto, en el bosque, la niña había seguido un llanto triste… Que como imán, llamaba la atención.
Así, caminando, llegó hasta un árbol grande; era un gran sauce llorón. ¿La pequeña se acercó al árbol y le preguntó?
- ¿Por qué lloras?
El árbol le contestó:
¡Quería morirme! Pero al verte a ti, se me ha quitado la pena, y ahora quisiera salir de aquí.
- La niña, no veía nada… Se sentía muy cansada, pues ya era muy tarde; así que le dijo:
Tengo frío y mucho sueño.
El Sauce la reconfortó diciendo:
Ven pégate a mí, yo te arroparé; mañana vendrán tus papás a buscarte. ¿Vale? ¡No te preocupes!
El árbol bajó todas sus ramas y con todas sus hojas, la cubrieron para que no tuviera frío; y así paso toda la noche de lo más abrigadita y calentita.
A la mañana siguiente, el amanecer en el bosque, era tal cual…. Un bello cuento de hadas; pues los pajaritos cantaban, el aroma de las flores y la frescura del campo inundaba todo con dulces olores… y un sol radiante con sus tibios rayos irrumpía entre media de los árboles.
Alicia poco a poco fue despertando, abrió los ojos y miró a su alrededor, luego vio en lo alto del árbol y observó cómo se formaba la silueta de una mujer.
¿Eres tú… La que me habló anoche?
¡Si soy yo! ¿Quieres algo de comer, pequeña?
¡Sí, muchas gracias!
El árbol alargó una de sus ramas… Y en una gran hoja, le bajo a la niña frutas diversas, entre ellas unas ricas y dulces peras.
La chiquilla comió de todo lo que pudo, dándole las gracias, por tan exquisito manjar. Luego preguntó:
¿Por qué no sales de ahí?
¡Yo sí quiero! Pero es que el Sauce, no me quiere dejar marchar. Pues dice que mi vida le pertenece…. Pero yo ya no quiero estar aquí.
¿Por qué no le pides, que te deje marchar?
Si esta noche que recién ha pasado, se lo pedí; pero me dijo que no. Solo podré salir, si se lo pide a otra persona.
¿Quieres que yo se lo pida?
¡Bueno! Si quieres…
Por favor arbolito… ¿Puedes dejar, que se venga conmigo?
El árbol le respondió con una voz ronca y fuerte:
Tu corazón es joven y puro… ¡Aceptaré! Pero antes, tienes que prometerme que, ella será, desde ahora, la más feliz de este mundo.
La niña feliz respondió:
¡Eso está hecho! Vivirá con nosotros, pues se lo pediré a papá.
Si es así….¡Vale!
De pronto Laura comenzó a salir del árbol… Mientras que se escuchaba un ruido, como si unas ramas gruesas, se rompieran lentamente.
Laura por fin logró liberarse del árbol, y salió radiante y preciosa…. Apenas vestida, cargó a la niña y la abrazó agradecida y con inmensa alegría.
Apenas comenzaban a alejarse del Sauce, cuando escucharon a los padres de Alicia, llamándola.
¡Alicia! ¡Alicia! ¿Hija, dónde estás?
Laura, sin pensarlo, contestó:
¡Por aquí! ¡Sigan mi voz! ¡Por aquíiiiii!
Cuando por fin la encontraron… El padre abrazó a su hija, la tomó en brazos y marchó hasta el coche. Cuando llegaron, el carro aún estaba terminando de ser reparado… Momento que la niña aprovechó, para conversar con su padre.
Le contó toda la experiencia que había vivido, al lado del Sauce y Alicia… Contándole todo con lujos de detalles.
Al terminar con su fantástico relato, la pequeña le pidió al padre, que aceptará que Laura se fuera a vivir con ellos; pues la chica le había salvado la vida.
Aunque fue al revés…. Alicia fue quien liberó a Laura, pero en situaciones así, es donde se hace presente la belleza de los niños; pues ellos siempre son humildes de corazón, y dejan los honores y los reconocimientos vanos para los adultos.
El padre conmovido se quitó el abrigo, y se lo puso a la joven sobre los hombros... y acto seguido, las chicas en un estrecho abrazo sus corazones unieron; felices... porque juntas tendrían muchas más aventuras que compartir.
Laura tomó a la niña de la mano…. y el padre le ofreció a la chica la seguridad de su brazo, y juntos salieron del bosque.
Subieron todos al coche y marcharon para siempre de aquel sitio.
Pronto llegaron al hotel, y ya con toda la familia reunida… Se dispusieron a continuar su viaje.
Laura fue aceptada en el seno del hogar, como un miembro más de la familia; y a su lado fue muy feliz.
¡El sauce llorón, después de derramar mares de lágrimas, se secó, pues de la pena murió!
Con el paso de los años, solamente un gran círculo blanco, del hermoso Sauce quedó; justo en el centro del bosque, silente testigo, de que allí… Erguido y altivo; un majestuoso y frondoso árbol, una bella historia de amor vivió.
Autor Enrique Nieto Rubio
Derechos de Autor
colabora en imágenes,
Silvia Regina Cossio Cámara.