miércoles, 22 de julio de 2020

..Hoy por fin ya he subido de Enricostro. poema.

Por más alto que subo,

yo no te puedo encontrar

te he buscado entre las flores,

más no siento tu respirar.


Ya las montañas me ahogan,

 y me siento desmayar,

Aquí el aire escasea,

 y las ganas de vivir.


Y morirse tumbado entre flores,

me parece todo un sentir,

Busco la flor de la vid,

ella me ayudará,

para verte sonreír.

Pero dime donde está.


Más ahora que estoy tan alto, 

por fin podre ver a Dios,

Las nubes no me dejaban

 Y ahora la nube soy yo.


Dios, donde la tienes.

 Esa flor de mi sentir.

Que quiero besar sus labios,

 para que me hagan resurgir.


Y poder subir más alto. 

Hasta encontrar su sentir.

Y ya cuando te vea yo,

 me acercaré hasta ti.


Ni nubes, luna o estrellas,

 me separarán de ti.

Nos quedaremos juntitos,

 en este cielo sin fin,

y haremos el amor,

 aunque nos cueste morir.


Más tú serás mis flores,

 y yo el valle este de aquí.


Enrique Nieto Rubio.

 Derechos de autor.

oa.op.doyp.ym.oa.98.

..Pichoncito de Enricostro ,cuentos.

Érase una vez en una pequeña comunidad, vivía un niño muy singular porque era extremadamente chiquitito, a quien llamaban Pichoncito.

¿Un día su mamá le dijo, Pichoncito podrías ir a comprarme una carterilla de azafrán?

Pichoncito respondió:¡Claro que sí! Con gusto iré mamá.
Marchó Pichoncito por el camino hacia el pueblo, y ya en la tienda dijo:

-Señor tendero, por favor... ¡Deme una carterilla de azafrán!

Pero este, como había mucha gente, no le oía,

-Señor tendero, óigame... por favor... ¡Deme una carterilla de azafrán!

Y el tendero nada que no le oía, hasta que la tienda estuvo vacía.

pichoncito insistió: Señor tendero, por favor... ¡Deme una carterilla de azafrán!

¡Ahhh! ¡Eres tu pichoncito!

-¡Vaya hombre por fin, llevo toda la tarde esperando!

¡Ahhh! ¡Perdona es que no te había oído! Bueno qué quieres,

¡Una carterilla de azafrán!


Está bien... aquí tienes.

¡Jo por fin!... ¡Ya era hora... pues se ha hecho de noche!
¡Vaya con el tendero!

Ya en el camino empezó a llover, y a llover. Auchh! Exclamó pichoncito... ¡Lo que me faltaba!

Se puso la carterilla encima de la cabeza para no mojarse, pero la carterilla de azafrán se mojó, hasta que se le rompió: Entonces pichoncito se metió debajo de una col.
Cuando pasaba por un huerto, pero un buey que pastaba por allí se comió la col con Pichoncito dentro.

La madre de Pichoncito muy preocupada porque el niño no llegaba; ya tarde por la noche, cuando su marido llegó, le contó lo ocurrido.

Esposo mío, estoy consternada, porque he mandado a Pichoncito de compras esta tarde... y esta es la hora en que no ha llegado.

 El marido le dijo: Vamos a buscarlo inmediatamente; nos dividiremos, tú irás por este camino y yo por aquel.
Así lo hicieron... y por todo su recorrido la madre y el padre exclamaban a viva voz:

Piconcito, donde estás?

Caminaron por un buen rato repitiendo una y otra vez su angustioso llamado... en una de esas cuando la madre gritaba su nombre cerca del buey:

Pichoncito, donde estasss?

El pequeño escuchó ... En la barriga del buey que se mueve, donde no nieva ni llueve, se vio un movimiento... sin embargo; Pichoncito estaba confortable en la barriga del buey donde no nevaba y mucho menos llovía.

La mamá, que se percató de lo que sucedía, llamó a su marido; quien apresurado corrió al lugar donde provenía el llamado, de su esposa. Al llegar la mujer le dijo:

¿Esposo mío, Pichoncito está aquí dentro, en la barriga del buey,,,que haremos para sacarlo?

El padre respondió: En la casa tengo habichuelas y aceite de ricino; las cuales le daremos de comer hasta la saciedad.

Los padres tomaron al buey y se dirigieron a casa, le dieron de comer tal cual lo habían acordado y acto seguido le colocaron un tapón grande en el trasero... y cuando el pobre animal tenía los ojos saltones, se dispusieron a retirarlo... e inmediatamente se tiró un gran pedo, y con él salió pichoncito lleno de estiércol diciendo:

Joder que peste, ¿para qué han hecho esto? ¡Con lo calentito que yo estaba!

Los padres lo levantaron, bañaron y luego lo arroparon; hasta que el pequeño se quedó dormido.

Colorín, colorado, este cuento ha terminado.
-Fin-
Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*