miércoles, 22 de agosto de 2012

.En un país de los sueños, de Enricostro (Cuentos.)

En un país de los sueños donde todo es realidad, 
nació una preciosa niña,  de cabellos negros Zainos, 
con unos ojos preciosos. 
Era hija única y sus papás, se volcaron locamente en su educación,
y con muchos cuidados y mimos, a más y no poder.  

  
 Sinay les pusieron sus padres, 

cuando la niña cumplió 9 años, 
algo pasó en el pueblo, que todo se oscureció, y el sol quedó a media luz. El frío se hizo intenso, y la alegría se fue del pueblo, sin nadie saber por qué. 


Las personas
dejaron de hablarse y  los forasteros, dejaron de  pasar por aquella comarca. Parecía como si una maldición que tuviera el pueblo, 
pero hacía quién y por qué.
 
La tristeza en las personas, era tremenda, por nada lloraban en cualquier sitio,  tanto hombres como mujeres o niños.
Nadie podía abandonar el pueblo, y tampoco sabían por qué. 
¿Qué pasaba? 
Sinay decidió cambiar todo aquello. 
Una mañana, salió de su casa, para proceder en su intento.
 Conocía a un chico, que en su colegio, le hacía mimitos. 
Y al encontrárselo, Sinay le sonrió, mirándole fijamente con sus hermosos ojos. 
De pronto, el chico quedó petrificado, hecho una estatua de puro mármol, en mitad de la acera, frente a una botica. 

Sinay cuando lo vio, salió corriendo para su casa, gritando como si estuviera loca. 

Los padres intentaron hablar con ella,  sin conseguir nada,  cosa que les daba igual. Pues ni sentía ni padecían. 

ella, se encerró en su cuarto y no quiso salir para nada. 

Todo el pueblo, rumoreaba del chico de piedra, y todos, como si fueran zombis, circulaban paseando junto a la estatua, y lo tocaban acariciándolo. Era puro mármol frío como la nieve.

Todos, cuchicheaban al  pasar, pero nadie se entendían, era extraño que pasaba, ,,,
Los padres del chico, lo cogieron y lo transportaron a su jardín, llorando los dos muy desconsoladamente. Pero solo por unos instantes. 
Nadie del pueblo apareció por su casa.

Días más tarde, una pareja que por la calle se vieron al sonreír, y mirarse fijamente, les pasó lo mismo.  
Se quedaron, petrificados los dos, con sus manos cruzadas.  
Así fue sucediendo con unos y otros, todos quedaban igual.


Las calles estaban llenas de estatuas, y nadie sabía lo que pasaba, 
solo lo sabía esa niña que ya no quería salir de su casa.   
¿Pero qué podía hacer Ella?
Sinay decidió alarmar a todo el pueblo, para decirles que nadie se miraran en las calles. y menos se sonrieran. 
Poco a poco lo iban consiguiendo, durante las horas del día, nadie en las calles se miraban y todos paseaban solos. 

Pero ya, era un poco tarde, pues casi todo el pueblo estaba petrificado, incluso los padres de Sinay.

Sinay se rompía la cabeza buscando una solución, para aquello, 
y en su cumpleaños con el día ya amanecido. Cuando un pequeño rayo de luz entraba entre las nubes. Cogió un gran espejo, se sentó en el suelo y cejándolo hacia el sol, fijamente, comenzó a reírse burlonamente.

su reflejo fue tal que el sol deslumbrado,  por aquella risa,  explosionó, de rabia, y todo se iluminó, como si de una bomba atómica hubiera sido.
Pero solo con su resplandor, todos los que en las calles o ventanas estuvieran quedaría ciegos momentáneamente.

y para ellos fue como si el sol se hubiera apagado del todo. 
A Sinay le pasó, lo mismo quedó totalmente ciega y al ver tanta oscuridad,  el terror la embargó y no fue capaz de moverse de allí.                                                                       

Pasaron horas y horas, y Sinay  seguía sola y perdida, ella exclamó: 
¿auxilio.?
Pero nadie la escuchaba. Ya de noche, alguien la agarró de los brazos. 
Sinay dijo:¿quiénes sois.? ¡Quienes vamos a hacer, pues tus padres.! 
Sinay de la alegría se agarró fuertemente a su padre, y marchó para su casa. 
A la mañana siguiente, Sinay despertó, y abriendo sus ojos y mirando por la ventana, lucía un sol radiante y hermoso, como nunca.  
Sinay loca de alegría, bajó las escaleras y se agarró a su padre diciéndoles: ¿todo ha pasado, todo ha pasado.?  
Corrió como loca por la calle, y se dirigió a la casa de su amigo, 
y cuando él la vio desde la ventana gritando, 
salió a recibirla con un fuerte abrazo.

todos los del pueblo, salieron a las calles, saltando de alegría,
y ese mismo día lo hicieron fiesta nacional. 
lo celebraron con un banquete, que cruzaba todo el pueblo.

Pusieron todas las mesas que pudieron y todos arrimaron toda la comida y bebidas que tenían, festejaron a lo grande.
Bailaron todo el día y toda la noche, 

El embrujo de un sol celoso por la sonrisa y belleza de una niña hermosa, desapareció para siempre jamás.
 Enrique Nieto Rubio.
derechos reservados de autor. .
colabora en imagen,
 Silvia Regina Cosio Cámara.

R.DM.D0YC.Y0.00.98.



viernes, 17 de agosto de 2012

.Mi Cristo Redentor de Enricostro. ( en poemas)



 
Mi Cristo Redentor, 
desde tu gran hermosura;
nos acoges a todos, 
y nos envuelves con amor y dulzura. 
Eres grande como la luz,
 que ilumina el Paraíso. 
Cada vez que vuelvo a Ti,
 siento mi cuerpo temblar. 

Que posándome a tus pies,
 nunca me quiero marchar; 
pues aquí me siento libre...
 a tu lado me siento feliz.

En esta montaña tan grande,
 yo me quisiera morir; 
para estar siempre contigo;
 que me  haces tan feliz. 

Enrique Nieto Rubio 
*Derechos Reservados*

jueves, 9 de agosto de 2012

..El lobo vive en casa de Enrique.( cuento, Malos tratos, en protesta)

El lobo, salía todos los días de su casa, para dirigirse a su trabajo. En ese entonces era un lobo bueno.

Tuvo muchos lobitos, y su esposa, Blanca, reía y bailaba felizmente... todo era de rosas y cantares.

Pero esta mañana, el lobo salió como siempre, tomó su café y se dirigió a su trabajo. 
Todo iba bien, hasta que encontró las puertas de su trabajo, cerradas a cal y canto.

Un cartel insignificante decía: En el nombre del alcalde estáis todos despedidos, pues el señor alcalde se ha fugado con todos los millones de la ciudadanía.


El lobo no llegó a casa hasta las diez de la noche. Ya iba transformando, en un lobo malo y feroz; Borracho y vociferando, ante todo el que frente a él pasaba.

Su corazón se había envenenado con la inmundicia del gobierno; que buscando la ruina de todo cuanto trabajador tenían en su país.

Muchos lobos feroces ha creado en tan poco tiempo, que ya nadie se siente seguro.

Después de un largo rato, llegó a casa el lobo feroz... con el dedo en el timbre, no dejaba de presionar; M
amá Blanca, preocupada, abrió y viendo al lobo feroz, le preguntó:

¿Qué te pasa lobito bueno... por qué has tocado así?

El lobo contestó: ¡Déjame en paz Blanca estúpida! Acto seguido le proveyó un empujón tirándola contra la esquina del pasillo, causándole una brecha tremenda en la ceja.

El malvado lobo, ni siquiera la miró y mucho menos se disculpó. Con voz ronca ordenó: ¡Sírveme la comida, vieja estúpida!

Los pequeños lobitos, habiendo presenciado todo cuanto ocurría, asustados, se escondieron por toda la casa... temblando de miedo por lo sucedido.

La infeliz mamá no entendía nada, estaba atónita ante la inusual conducta de su marido... solamente alcanzó a sentarse en el suelo mareada y llamó a su hijita, la mayor; quien tenía trece años.

Ella aterrada le preguntó en voz bajita a su mamá:

¿Qué pasa mamita?

La madre respondió:

No te preocupes... todo está bien, solamente hazme el favor de ponerle la comida a tu padre en silencio y no le digas nada. 

La lobita le sirvió la comida, con más miedo que otra cosa... y el lobo malvado, al percatarse de ello, golpeó la mesa con mucha ira y gritando le ordenó: ¡Dame el pan pequeña estúpida!
La lobita cogió el pan rápidamente y se lo puso en la mesa,
y corrió a curar a su mamá.

Blanca, con lágrimas en los ojos, no entendía ese cambio de actitud y decidió no cuestionarle el porqué de su conducta.

La noche fue intensa... y de allí en más,  el miedo y la desolación pasaron a formar parte del estado anímico de todos los miembros de la casa.

El malvado lobo, después de llenar su panza, levantaba los brazos y exclamaba: ¡Ahhh que bien he comido...me voy a la cama a descansar y más les vale que no escuche ni a una mosca revolotear!

El lobo se marchó hacia sus aposentos.

Mama Blanca quedó triste, sentada a la mesa y le dijo a su hija mayor:
Por favor sirve la comida a tus hermanos, que yo estoy muy mal.
La lobita repartió los alimentos, y sin decir palabra alguna; todos los lobitos se sentaron a cenar amargamente.

Luego Blanca le pidió a la niña, que ayudará a acostarse a sus hermanitas, y ella, como siempre, obedeció sin rechistar.

Ya con toda la casa en silencio, Blanca quedó sola en el salón; muy triste por lo ocurrido y sin probar bocado alguno... decidió no ir al dormitorio porque no quería correr el riesgo de volver a enfurecer al lobo feroz.

Las horas fueron pasando, hasta que cayó rendida en un sillón.
A la mañana siguiente el lobo feroz tomó su café y marcho al trabajo... pensó que todo lo ocurrido había sido solamente un sueño.

Marchó con paso firme... pero cuando llego al trabajo, se convenció de que no era un sueño; todo lo sucedido era real... aquella maldita puerta, seguía con ese horrible letrero.

Se dio la vuelta y se dirigió al bar de la esquina, allí se reunió con varios compañeros de trabajo.

Discutían sobre sus corruptos gobernantes, sus destinos y los de sus familias. Con tanta discusión y entre copa y copa, les dieron las once de la noche.

Blanca ya se temía lo peor, su cuerpo temblaba y el miedo ya la estaba acechando una vez más.

Sobre las una de la madrugada, sintió que alguien se acercaba con pasos bruscos y torpes por las escaleras... era el lobo malo quien estaba de vuelta en el hogar.

Blanca corrió a abrir la puerta antes de que el lobo tocara el timbre y se impacientara... este igual entro con muy malos modos y sin decir nada se sentó en la mesa.

Para esa hora, gracias a Dios, los lobitos ya estaban durmiendo.

Blanca le sirvió la cena, pero en esta oportunidad al lobo no le agradó la comida y lanzó el plato por los aires, el cual se fue revoloteando, rozando así el rostro a Blanca... quien a duras penas alcanzó a lanzarse para atrás, y así evitar que la impactara directamente.

Esto es basura... dijo el lobo.
¡Vaya mierda de cena! Cada día me sirves de menos... eres una inútil y te voy a dar una ostia hasta arrancarte la cara.

Blanca se echó para atrás, sin decir palabra alguna, para así no tentar más al diablo.

Con tanto griterío y alboroto los pequeños se despertaron y los corazoncitos de los lobitos se agitaron tremendamente.

Entre chillidos, la más pequeñita cuestionó a su hermanita:

Hermana tengo miedo... ¿Qué le está pasando a papá?

No sé cielo, pero no te preocupes porque todo se arreglara.

El lobo se fue a la cama sin cenar... más pasado un rato, llamó a Blanca para que entrara al dormitorio; ella se rehusaba, pero él vociferó amenazante:

¡O entras por las buenas o te meto de una ostia!

Ella, aterrada, accedió ingresar y sin decir más nada; se dejó violar por el lobo que, enfurecido, descargaba en ella todo su odio y frustración.

A la mañana siguiente, Blanca determinó que no podía continuar más; y por la noche, al llegar el lobo se lo informó, él en respuesta la golpeó en el rostro... al punto que sus ojos estaban tan amoratados e hinchados, que no podía ver más allá de su nariz.

Blanca, desconsolada y sin saber qué hacer, llamó a su mamá y le dijo:

Mamá te pido que nos acojas en tu casa, papá lobo se ha vuelto malo, nos trata mal y me ha pegado varias veces.

El abuelo lobo, al enterarse de lo sucedido, se enfureció enormemente, y cogiendo un gran bastón que colgado tenía detrás de la puerta, salió.

Con lágrimas en los ojos, abordó su vehículo y se dirigió hacia la casa de su hijita querida; manejaba con una ira tremenda, y cuando llegó al frente de la casa, de un solo pisó los frenos; bajó del vehículo y bastón en mano timbro a la puerta.

Mama Blanca abrió la puerta y asustada, preguntó:
¿Papá qué haces aquí?

Coge a los lobitos, recoge algunas cosas que te sean indispensables y súbete al coche.
¡Pero papá! ...-Sin peros. ¡Haz lo que te ordeno!

Blanca salió con todos los niños y se subieron al coche.

El abuelo les dijo: Esperen un momento... que vuelvo enseguida... ¿Vale?

Papá lobo estaba sentado en la mesa sin atreverse a decir nada; quizás arrepentido de lo ocurrido la noche anterior.

El abuelo puso el bastón en lo alto la mesa y a él se dirigió:

¿Qué pasa contigo? 
¿Te crees muy hombre maltratando y pegándole a una mujer?

El lobo apenas quiso pronunciar una palabra cuando el abuelo ya le había metido el bastón en la boca... rompiéndole cuatro dientes. El lobo feroz ya no parecía ser tan valiente, ahora solo se quejaba porque  sangraba como un cerdo.

El abuelo lo instaba a responderle: ¡Que pasa lobo bravucón! ¡Vamos... demuéstrame lo que tienes para dar!
El lobo lo miraba con respeto y desconfianza, pues temía le diera otra paliza.

El abuelo le puso el bastón sobre los ojos diciéndole:

Si tan solo te atreves a volver a mirar a mi hija o a rozar uno de sus dedos con malos modos... ¡Te juro que te mato cabrón asqueroso!

Ella te ha dado todo a lo largo de tu puta vida, ¡y no será así como se lo pagarás!... ¡Vil y asqueroso gusano!
Todo esto sucedía mientras el abuelo hundía el bastón sobre su hombro, obligándolo a agacharse cada vez más... hasta tenerlo de rodillas.

¡Ya estás advertido! ¡Si la vuelves a tocar te mato! Y si vuelves a beber te mataré por igual... esto lo juro por lo más sagrado de este mundo.

Ahora le diré a tu familia que entren todos en la casa... y pegando un gran bastonazo sobre la mesa que partió una de las esquinas... se marchó.


El abuelo era de complexión pequeña, pero con muy mala ostia cuando le tientan a sus seres  amados y mucho más tratándose de forma tan salvaje.

Desde este mismo día, el lobo feroz jamás volvió a mirar a su mujer de forma inapropiada y mucho menos volvió a faltarle al respeto.

Después de unos días, el lobo le comentó a Blanca lo ocurrido con su trabajo, y acordaron que ambos trabajaran arduamente para sacar a la familia adelante; y acordaron que todo lo sucedido quedaría en el pasado y continuarían con sus vidas, tal cual lo habían hecho en años pasados.

Con paciencia y el apoyo de su mujer, el lobo volvió a ser bueno; buscó un nuevo empleo y de nuevo reinó la paz en su hogar.

Por las tardes, al regresar a casa, ya nadie tenía miedo, los lobitos esperaban a su padre en la puerta de la casa, llenos de felicidad... y él, en recompensa, les expresaba su amor lamiendo sus mejillas y haciéndoles cosquillas por doquier.


-Fin-

*Derechos Reservados*
Enrique Nieto Rubio.
Colabora en imagen.
Silvia Regina Cossio Cámara.

sábado, 4 de agosto de 2012

.No te sientas sola niña de Enricostro (poema)


No te sientas sola niña,
 que yo contigo estaré...
Que aun llegando la noche,
 y tú no me puedas ver;
yo seguiré a tu lado,
 cuando me quieras tener.

Mi mente será la tuya...
rodeada de magia e ilusión.
Mis besos serán los tuyos,
 en una noche de pasión; 
en un gran amor profundo,
 te colmaré de deseos
llenos de amor y caricias,
 caricias, y muchos besos.

Y aunque tú no lo creas,
 esa será mi brisa...
Abre la ventana mi niña,
 que en la noche volveré;
y estaré solo contigo...
¡Tú, yo y nuestro querer!
No te sientas sola niña;
 que contigo siempre estaré.
Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
colabora en imagen 
Silvia Regina Cossio Cámara.


viernes, 3 de agosto de 2012

..El Rey y sus hijos gemelos (Cuentos) de Enricostro.

Erasé una vez, en la ciudad de Antras, en las afueras de la ciudad, en una montaña muy alta.


un castillo inmensamente grande, allí vivía el Rey, que tenía dos hijos gemelos de dos años.


La madre murió al dar a luz, y los niños fueron creciendo.
Un día el rey iba en su gran corcel, un caballo blanco hermosísimo, con una brecha negra en la frente.

Iba con sus hijos bajando aquella cuesta empedrada que rodeaba el castillo y toda la montaña.

Esa mañana, sería un día negro para el rey, pue de pronto una gran serpiente de dos cabezas, les salió al paso, su caballo se asustó desbocándose, y cayeron los tres al suelo.

Se dio lugar una gran tormenta de niebla y no se veía nada; por lo que el rey perdió el rumbo hacia palacio.


Los críados, al ver que el rey tardaba, alertaron a la guardia real y estos salieron inmediatamente a buscarlos. Pero era imposible porque la visibilidad era casi nula; al cabo de unas horas observaron en la distancia, que se acercaba con dificultad, estaba malherido.

El rey traía en brazos a sus dos hijos, quién se encontraba en condiciones delicadas, el otro por su parte apenas tenía unos cuantos moretones y rasguños.

Pasaba el tiempo, pero el niño no mejoraba, el rey tomó al niño y lo llevó a un monasterio que había en el pueblo; los monjes lo examinaron y le encontraron muy enfermito.

El rey lo dejó al cuidado de los frailes, ya que ellos tenían más medios que él para que se curara.

Transcurrió el tiempo y el rey iba todos los días a verlo, hasta que un buen día el monje le dijo:
¡Su hijo quedará incapacitado... será cojo!

El rey respondió:

¡El niño se quedará en el monasterio para siempre, pues no quiero un tullido en el reino!

El rey visitaba al niño, pero solo a escondidas... se situaba detrás de una marquesina enrejada con hiedra, y lo veía en el patio andando cogito y un poco encorvado.




El rey convencido de que era lo mejor para su hijo, les informó a los monjes que el niño permanecería a su amparo, y que todos los meses les pasaría una manutención de nueve mil reales.

Así los dos hermanos fueron separados para siempre, y creciendo sin saber nada uno del otro. Aunado a esto, el rey dio orden de que el niño no supiera nunca que era un príncipe .

El pequeño fue creciendo sin saber que tenía un hermano.
Un día el príncipe, que vivía en el palacio, se convirtió en un gallardo caballero, joven, muy simpático a sus dieciocho años de edad. Él gustaba de dar paseos por la ciudad y un día las campanas del castillo comenzaron a tronar, estrepitosamente... tal acto era cuestión de alarma.

El príncipe al oírla se volvió bruscamente, y con su caballo atropelló a un frailecillo que andaba por la calle; el príncipe a pesar de la urgencia que llevaba... inmediatamente se bajó del caballo y se dirigió hacia el fraile preguntándole:
-¿Cómo estás?

El fraile respondió que se encontraba muy bien, y que no se preocupara.

El príncipe le dijo, que era un alivio... y que lamentaba retirarse de forma inmediata, más su presencia era urgente en el castillo, pues su padre lo necesitaba.

Cuando llegó al castillo, le informaron que su padre había muerto, pues ya era muy mayor.


Se oficiaron los actos fúnebres, y el príncipe lo enterró con profundo dolor, pues no tenía a nadie más en el mundo.

Como dice el refrán..."Muerto el rey... viva el rey; por lo que a los pocos días, coronaron al joven príncipe, haciéndolo Rey de Antrás.

El nuevo rey, desde que atropelló al frailecillo, tenía unos sueños extrañísimos; pues soñaba que jugaba con otro niño cuando era pequeñito.

Una mañana se levantó sobresaltado y sudando, se dirigió hacia el cobertizo, y mirándose en el espejo, recordó que el frailecillo era igual que él. Eso le llamó la atención desde que le vio, y se preguntaba cómo podía suceder algo así.


Un día llamó a su guardia real y salieron en sus caballos; se dirigieron al monasterio en busca del frailecillo; pero esa misma mañana, el joven se había dirigido hacia las montañas.


Allí había un pueblecito muy pobre, donde los pobladores lo estaban pasando muy mal; así que los frailes habían decidido visitarles para donarles un baúl lleno de monedas de oro y de esta forma, pudiesen paliar la carestía del pueblo.

El frailecillo. Era muy conocido por los lugareños; siendo que desde los ocho años de edad, ayudaba a los menesterosos; pues en sus aposentos siempre tenía, una caja de madera labrada, con una corona real. y llena de monedas de oro. Desde pequeñito.

con estas pertenencias, le preguntó a uno de los frailes:
¡hermano, yo puedo hacer lo que desee con ese dinero.!, y este le dijo: que por supuesto, que él podía disponer, como quisiera, de esos bienes, pues son suyos.

El frailecillo emocionado respondió: ¡Gracias hermano mayor, muchas gracias!

Salió a toda prisa, sin que para ello su cojera le impidiera correr, al punto de casi alzar el vuelo; parecía un ángel...

Era una persona muy fácil de querer, pues siempre andaba feliz y corriendo por los alrededores del monasterio;

Razón por la cual, tenía muchos amigos que le querían y aceptaban... inclusive cuando jugaban a la pelota, o practicaban alguna actividad, en donde fuese necesario correr... jamás le hicieron de menos a causa de su incapacidad.

Cuando el chico fue creciendo, se percató de que a veces sus amigos lucían tristes y cansados... así que un día les preguntó:
¿Qué os pasa?
Ellos le comentaron: que en casa no tenemos para comer, y por ello no contaban con el ánimo y fuerzas, ni siquiera para jugar.

-¡Diantre!... Exclamó el frailecillo... esperadme que no tardó más que unos minutos.

Cuando volvió la plaza estaba llena, y preguntó a todos los presentes, quienes tenían hambre... y todos al unísono levantando la mano... gritaron... Yo... yo... yo.

-Pues bien, les dijo: Deseo que me acompañéis a la panadería.

Cuando llegaron le pidió al tendero.
¿Señor tendero, pan para todos, y ese chorizo que cuelga ahí tan solito, a Y esa morcilla tan negra que nadie la quiere.?

Todos jubilosos reían y hasta cantaban... se sentaron alrededor de una fuente, y tal cual había ordenado el frailecillo, a todos les dieron de comer en abundancia, el pan estaba recién salido del horno y se pusieron hasta las botas...es un decir... porque la mayoría iban descalzos.

Por lo que después de comer y compartir un buen rato; el frailecillo demostró, una vez más, su excelente condición y humanidad;


aprovechando que llevaba consigo una bolsa llena de dinero, los llevó a la zapatería y les compró calzado a todos. Después de eso, pasaron toda la tarde jugando a la pelota, la cual estaba confeccionada de trapos viejos.

Ya entrada la noche, uno de sus hermanos frailes, salió a la puerta y le dijo:
¿Frailecillo es que no piensas venir nunca o que.?


Él se despidió de sus amigos, y cuando ingresó a casa, le comentó al hermano mayor: ¿Qué satisfacción más grande, ver las caras de esos niños, les ha vuelto la sonrisa y la alegría?

No sé si me he pasado, y espero que lo juzgues tú... luego le contó lo sucedido. Le dijo que ellos estaban muy necesitados y que hubiese muerto de pena si no les hubiese podido ayudar.

También les he dicho que si sus mamás, no tienen alimento o medicina... que no duden en venir al monasterio. ¿Les vamos a ayudar verdad.?

-¡Bueno, les ayudaremos y trataremos de hacer lo que podamos por ellos!

Siiiiii. ¡Podríamos, con el dinero de mi caja, hacer un listado de alimentos básicos; tal vez comprar pan y huevos, así como legumbres y garbanzos!


-¿Será como tú deseas, pero lo haremos todo con un horario establecido, y tú tendrás que estar presente, porque tú lo has ideado, todo vale?¡Sí... si gracias hermano mayor! ¡Verás qué contentos se ponen todos!

Al día siguiente, el frailecillo salió a jugar, y cuando iba para la plaza, se encontró a una mamá con uu bebe  en brazos.

La mujer estaba en la tienda llorando, porque el señor tendero ya no le fiaba más. La mujer tenía hambre, pues llevaba días sin comer; y su bebe estaba muy desnutrida y malito.

El frailecillo se acercó y le preguntó:
Cuéntame... ¿Qué te pasa?
-Ella le contó que se sentía exhausta, porque no había probado alimento en días, y su pequeña bebe  por igual.


El frailecillo la animó diciendo:
¡Vente conmigo! cojiendole al bebe, iremos al mercado, y compraremos lo que necesites para ti y para tu bebe.

La mujer prosiguió con su relato, comentando que el padre de su hijo, la había abandonado, y aunado a ello el casero la había echado a la calle; razón por la que últimamente estaba durmiendo en el escalón de la puerta.

El frailecillo le dio una manzana, un plátano y dos peras.  estava muerta de hambre, se dispusieron con afán a darle bocados a las frutas, hasta terminar con ellas...ni siquiera ha tirado los huesos de las peras. Ha comido todo lo que han deseado... ya satisfecha ha dado de mamar a su bebe.


El frailecillo volvió al monasterio y le ha dicho al hermano mayor, lo que le había pasado con la mujer.
-¡Oh... has obrado muy bien!

Sabes...es una mujer muy dulce y guapa... haciendo así que al hermano se le subieran los colores al rostro.

-Este respondió: ¿A sí?... ¿Muy bien; algo más que contar de tus hazañas frailecillo?

Si una más, pero esta no te va a gustar.
-Venga... di cuenta ya, que me tienes en ascuas.

Como la mamá no tiene a donde ir con su hijita, y no puede trabajar en el campo... pues ha venido conmigo, y está afuera esperándonos.

-No puedo creerlo... al paso que vamos no sé qué haremos, pues no puedes llenar este lugar de personas... ¡Cada día me lo haces más difícil!

Te lo suplico, rogaba el pequeño frailecillo, prometiendo que esa sería la última vez, en que haría algo de esta naturaleza... mientras cruzaba los dedos por la espalda, pues bien sabía que seguiría ayudando a quien lo necesitara.

-Bueno, dijo el hermano mayor... hablaré con la hermana Carina; y después de una corta conversación, está por supuesto aceptó como la bamos a dejar en la calle con una bebe.

Le prepararon una celda para ella y su hija, y estaba de lo más contenta y agradecida.

El frailecillo se encontraba un tanto apenado, pues en los últimos días había gastado mucho dinero, pero para su sorpresa, al ingresar a su alcoba encontró que su caja estaba llena de dinero, otra vez.

Él jamás se tomó el tiempo para reflexionar de dónde provenía el dinero; al contrario, rápidamente el frailecillo comenzó a hacer planes para el próximo día... y así se sucedían todos los días.

En fin, retomando la visita del joven rey al monasterio, cuando arribó pregunto por el fraile a quien había arrollado días antes con su caballo.

El hermano mayor mandó llamar a todos los frailes que estaban en el lugar... pero el príncipe, replicó:

-¡No...no es ninguno de ellos! ¿No hay alguien más?

El hermano mayor respondió, que en el pueblo de la sierra, esa misma mañana, había salido un padre franciscano con un joven frailecillo, y que estarían en la sierra por espacio de una semana.

El rey le dijo al hermano mayor... que necesitaba hablar con él, pues creía recordar que ese frailecillo tenía su mismo rostro.

Además, agregó que tenía conocimiento, de que su padre le entregaba al monasterio una mensualidad de dieciocho mil reales.

El hermano mayor estaba bastante sorprendido, pues era verdad que eran idénticos...no sabía qué decir, pues lo sucedido no era de su conocimiento... era cosa antigua, y él ni idea del acuerdo a que llegó el rey, con el encargado del monasterio de ese entonces.

El rey se marchó, pero no sin antes ordenar que en cuanto el frailecillo regresara de la sierra, fuese a buscarle a palacio.

El rey, al llegar al palacio, fue llamado por el notario para informarle que su padre había dejado en su testamento; en el cual dejaba ordenado que el dinero destinado al monasterio, debería de ser duplicado.

El hermano mayor, preocupado por la insistencia del rey, comenzó a investigar en papeles antiguos.

Después de mucho indagar, encontró un documento en el cual, el rey había dejado su hijo incapacitado; para que lo adoptaran los frailes.


Ya enterado de que el frailecillo, era un príncipe, se echó las manos a la cabeza diciendo: ¡Dios mío, qué grandes son tus designios!


Cuando el joven frailecillo volvió de hacer sus obras humanitarias, el hermano mayor... esa misma noche, le envió el aviso al rey; quien no deseo esperar más, por lo que en ese mismo momento, se personó en el monasterio.

Cuando el reloj marcaban las once de la noche, arribó el rey... llamaron a la puerta del monasterio y todos se preguntaban, qué grave situación se presentaría para ser molestados a esa hora.

-Toc, toc ,toc... tocaban sin parar. ¿Quién es?
-Su majestad el rey.

Las puertas se abrieron inmediatamente, y por petición del rey, enviaron a llamar al frailecillo y los presentaron.

Han pasado al recibidor y el frailecillo, desconociendo toda la historia, se ha alegrado mucho de ver al rey.

Su majestad le preguntó si él tenía idea o una explicación de por qué se parecían tanto.

El hermano mayor interrumpió, diciendo:



-Majestad es vuestro hermano; y quiero deciros que yo me he enterado, apenas esta semana.

Su majestad, después de vuestra partida, he investigado en los archivos antiguos, y aunque trabajo me ha costado, encontrar la verdad, por fin logre hacerlo; pues debéis saber que esta información estaba, clasificada como alto secreto.

-¡Ahhh! Ahora todo está muy claro; con razón del parecido y del porqué de la entrega de este pago mensual.

El príncipe, consternado por la noticia, no podía dejar de sentirse tristemente y emocionado, por el infortunio de su hermano.

Luego de conversar por un rato, y de asimilar lo acontecido... un poco más repuesto, el rey expresó que todo estaba claro, diciendo:
¡Eres mi hermano! ¡Ven a mis brazos... que con aprecio y felicidad os recibo en mi corazón y en vuestra casa!...

Porque a partir de este momento os venís a vivir a palacio, y ocupar el lugar que os pertenece.

El joven frailecillo respondió, que era una inmensa alegría saber que tenía un hermano de sangre; agradeció la buena voluntad del rey.

Conversaron casi hasta el amanecer, y cuando el rey le dijo al frailecillo que se preparara para marchar, este le expresó que no era su deseo partir, pues su vida estaba en el monasterio, para ayudar a los más desafortunados.

-¡Ahhhh! Exclamó el rey... ¡Con que tú eres el frailecillo que va, dándole dinero a todo el mundo! Debéis saber que en palacio, no se oye otra conversación, que no se trate del buen hombre que sois.

¡Hermano mío, tenías que ser! Ven, permíteme abrazarte de nuevo, por vuestra loable labor... y déjame decirte que desde hoy trabajaremos los dos; codo con codo, para borrar la miseria, del reino que tanto queremos.


El frailecillo, profundamente emocionado, respondió:

Bueno, mi hermano... por la forma en que me lo planteáis; imposible se me hace negarme a la voluntad del rey... ¡Muchas gracias, será un placer!

- El agradecido soy yo, pues he encontrado a mi hermano, quien es un ser excepcional. Si deseas algo, solo debes pedirlo y vuestros deseos serán concedidos.

Por el momento, solo desearía que acojas a una joven mamá, con su niñito como doncella; y como sé que pronto te casarás, ella os podrá servir; pues es la persona ideal...es muy servicial, y trata con respeto y ternura a todo el mundo.

-¡Vale! Ella también será tratada con aprecio y respeto, y tendrá un lugar especial en el castillo.

Los dos hermanos volvieron a abrazarse, y partieron juntos; haciendo de su reino el más próspero de todo lugar... y fueron felices para siempre.




Enrique Nieto Rubio
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Colabora en imagenes,
Silvia Regina Cossio Camara.