El anciano se pasaba las horas mirando, su hermosa avecilla, y escuchando como cantaba.
A su jaula, llegaban, todas las mañanas, unas visitas muy peculiares. Eran un par de gorriones negros, con la cabeza bastante gorda.
El lindo canario les pasaba granos de alpiste de su propio pico. Ellos lo aceptaban gustosamente.
Así eran todos los días. Pero una mañana, pasó algo rarísimo, la visita no se produjo. Y el lindo canario se quedó muy triste.
Ya era medio día, y el canario estaba en el suelo de la jaula encogido. El anciano se acercó a la jaula y le preguntó:
¿Qué te pasa pajarillo.?
Este le respondió:
¡Mis amigos no han venido hoy, y es que si algo les ha pasado, o si no los vuelvo a ver, me moriré de pena! ¡No quiero vivir si no los veo!
El anciano Le dijo:
¿Cómo puedo ayudarte? ¡Te abriré la jaula y los buscarás! ¿Pero volverás?
¡No lo sé! ¡Quisiera intentarlo.!
¡Vale! Expresó el anciano, pero sintiendo pesar en su corazón, por la partida de su amada avecilla.
Te dejaré partir... pero si no quieres volver; al menos ven a despedirte de mí. Aquí tendrás la jaula abierta, y con comida por si quieres venir.
¡Gracias... vendré!
El canario marchó en busca de sus amigos, subió muy alto y desde las nubes se dejó caer; y se dirigió a un árbol que estaba a las afueras de la ciudad.
Entró en un nido y allí estaba la gorriona; el canario le preguntó:
¿Amiga gorriona, por qué no habéis venido a verme, o es que ya no me queréis?
¡No es eso! Es que he tenido huevos, y pronto tendré mis pichoncitos, y los tengo que incubar; o si no cogerán frío, y morirán.
¡Ahhh!, y el gorrión ¡Dónde está!
¡No lo sé! Salió esta mañana y no ha vuelto, estoy aterrada por si le ha pasado algo.
El canario le dijo:
¡No te preocupes! Yo iré a buscarlo.
Volvió a subir muy alto, y desde el cielo divisó algo moverse en una acera de la ciudad.
Bajo en barrena y viendo que era el gorrioncillo, bajo hasta él y le dijo:
¿Qué te pasa? ¿Por qué no regresas a casa?
¡Es que he quedado atrapado! Me atoré en una esponja, de esta, de chuchés, de los niños. No me di cuenta de que se pegaba mucho, y se me pegaron las alas.
¡Ahhh! Intentaré soltarte con mi pico.
Pero era imposible, esa esponja se había mojado toda; y era una trampa mortal para los pájaros.
El canario le dijo:
¡Iré a avisar al abuelo! Seguro que podrá liberarte.
El canario voló rápidamente hasta su ventana, y empezó a trinar. El abuelo lo oyó y le preguntó:
¡¿Qué te pasa lindo canario?
Mi amigo, el gorrión, está atrapado en una esponja. ¿Podrías liberarlo por favor?
¡Sí, iré ahora mismo, tú me guiarás ¿Vale? ¡Vámonos.!
El abuelo salió a la calle, viendo al canario volar delante de él.
Corrió tres manzanas, y allí en el suelo estaba agotadísimo y casi muerto el desafortunado gorrioncillo.
El abuelo lo cogió con sus manos, quitándole la esponja; pero estaba todo pegajoso... y les dijo:
¡Tenemos que ir a casa! Hay que lavar las alas. El canario subió al hombro del anciano y se dirigieron a casa.
Todo el mundo iba pendiente de este hombre, con su canario sobre el hombro. El anciano caminaba muy orgulloso, con sus pajarillos. ¡Todos les fotografiaban!
Cómo no hacerlo, si iba con un gorrión en la mano, y un canario en el hombro.
¡Es fantástico! Decía la gente.
Llegó a la casa y le lavo las alitas al gorrioncillo... y este le dijo:
¡Gracias abuelo! ¡Vendremos a verte!
Así el canario y el gorrión, echaron a volar, y marcharon al nido. A la gorriona le dio mucha alegría.
El gorrioncillo dijo: ¡Quédate con nosotros! Y criaremos a los pichones... ¿Vale?
¡Si lo haré! Nunca he volado tanto en toda mi vida, y me siento feliz. Iré a despedirme del abuelo.
- ¡Espera! Iré contigo.
Volaron los dos hasta la casa del abuelo, y se posaron en lo alto de la jaula. El abuelo los esperaba en la ventana.
¡Abuelo! Quisiera quedarme con los gorriones, si tú me lo permites; pues sentirme libre y volar es maravilloso. Pero vendré todos los días, y entonaré para ti, el canto más bonito que jamás hayas oído.
El abuelo le dijo: ¡Vale! Como siempre, te dejaré la jaula llena de comida.
El gorrioncillo y agradecido, también le prometió:
Abuelo, cuando tengamos los pajarillos más grandes, vendremos todos; entonaremos para ti, lindas canciones... pues me siento muy agradecido, por salvarme la vida.
Luego marcharon a su nido, pero antes se llenaron la boca de alpiste, para llevarle a la gorriona, que estaba muerta de hambre.
Llegaron al nido y le dieron de comer a la gorriona, y le contaron todo lo sucedido; y todo lo que harían más adelante. A ella le pareció estupendo.
Desde entonces, todas las mañanas, el canario llegaba y se metía en su jaula; y le cantaba las mejores de las canciones, durante una hora.
Los vecinos le tenían envidia. El abuelo a todos comentaba lo maravilloso que cantaba su canario.
Así, un buen día, lo grabaron... y lo enviaron a un concurso de canto de canarios; y ganó el primer premio.
Esa misma tarde la prensa, con sus cámaras, llegaron a la casa del anciano, para grabar al canario. Pero se sorprendieron porque allí no había ningún canario. El abuelo les dijo:
¡Hasta las ocho de la mañana, no vendrá mi canario!
La prensa se quedó sorprendida, de las palabras del anciano, diciendo:
¿Cómo va a venir un canario de la calle? ¡Es imposible!
Bueno, si lo quieren ver, vengan por la mañana.
En la mañana siguiente, la prensa se presentó a las ocho menos cuarto; estaban esperando para ver si era verdad.
De pronto llegó el canario, y entró en su jaula; y comenzó a entonar la más bella melodía, que jamás alguien había oído.
Estos se quedaron estupefactos de lo que habían visto y escuchado. No daban crédito a lo sucedido.
Al abuelo, le dieron otro premio, y un gran saco de alpiste, para su canario.
A los pocos meses llegaron todos los pájaros juntos, eran seis gorrioncillos. El papá y la mamá gorriona, y el canario.
El abuelo dichoso los recibía, y ellos de su mano se alimentaban. Luego gustaban de ingresar a la jaula, y para él entonaban las más lindas melodías.
El anciano estaba superfeliz... tanto que allí se tiraron toda la tarde; y debes en cuando, revoloteaban por dentro de la casa.
El abuelo se sentía en el paraíso, estaba de lo más feliz del Mundo.
- Fin -
Enrique Nieto Rubio.
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
Silvia Regina Cossio Cámara.
.IR.D.DOII.P.OO.98.