jueves, 17 de febrero de 2011

..El canario de Enricostro.(cuentos)

Un anciano, tenía un lindo canario, completamente amarillo y muy listo. El hombre sacaba su jaula, todas las mañanas, a su ventana, para que su canario tomara el sol.

El anciano se pasaba las horas mirando, su hermosa avecilla, y escuchando como cantaba.

A su jaula, llegaban, todas las mañanas, unas visitas muy peculiares. Eran un par de gorriones negros, con la cabeza bastante gorda.

El lindo canario les pasaba granos de alpiste de su propio pico. Ellos lo aceptaban gustosamente.

Así eran todos los días. Pero una mañana, pasó algo rarísimo, la visita no se produjo. Y el lindo canario se quedó muy triste.

Ya era medio día, y el canario estaba en el suelo de la jaula encogido. El anciano se acercó a la jaula y le preguntó:

¿Qué te pasa pajarillo.?

Este le respondió:

¡Mis amigos no han venido hoy, y es que si algo les ha pasado, o si no los vuelvo a ver, me moriré de pena! ¡No quiero vivir si no los veo!

El anciano Le dijo:

¿Cómo puedo ayudarte? ¡Te abriré la jaula y los buscarás! ¿Pero volverás?

¡No lo sé! ¡Quisiera intentarlo.!

¡Vale! Expresó el anciano, pero sintiendo pesar en su corazón, por la partida de su amada avecilla.

Te dejaré partir... pero si no quieres volver; al menos ven a despedirte de mí. Aquí tendrás la jaula abierta, y con comida por si quieres venir.


¡Gracias... vendré!

El canario marchó en busca de sus amigos, subió muy alto y desde las nubes se dejó caer; y se dirigió a un árbol que estaba a las afueras de la ciudad.


Entró en un nido y allí estaba la gorriona; el canario le preguntó:

¿Amiga gorriona, por qué no habéis venido a verme, o es que ya no me queréis?

¡No es eso! Es que he tenido huevos, y pronto tendré mis pichoncitos, y los tengo que incubar; o si no cogerán frío, y morirán.

¡Ahhh!, y el gorrión ¡Dónde está!
¡No lo sé! Salió esta mañana y no ha vuelto, estoy aterrada por si le ha pasado algo.

El canario le dijo:

¡No te preocupes! Yo iré a buscarlo.

Volvió a subir muy alto, y desde el cielo divisó algo moverse en una acera de la ciudad.

Bajo en barrena y viendo que era el gorrioncillo, bajo hasta él y le dijo:

¿Qué te pasa? ¿Por qué no regresas a casa?

¡Es que he quedado atrapado! Me atoré en una esponja, de esta, de chuchés, de los niños. No me di cuenta de que se pegaba mucho, y se me pegaron las alas.

¡Ahhh! Intentaré soltarte con mi pico.

Pero era imposible, esa esponja se había mojado toda; y era una trampa mortal para los pájaros.

El canario le dijo:

¡Iré a avisar al abuelo! Seguro que podrá liberarte.

El canario voló rápidamente hasta su ventana, y empezó a trinar. El abuelo lo oyó y le preguntó:

¡¿Qué te pasa lindo canario?

Mi amigo, el gorrión, está atrapado en una esponja. ¿Podrías liberarlo por favor?

¡Sí, iré ahora mismo, tú me guiarás ¿Vale? ¡Vámonos.!

El abuelo salió a la calle, viendo al canario volar delante de él.

Corrió tres manzanas, y allí en el suelo estaba agotadísimo y casi muerto el desafortunado gorrioncillo.

El abuelo lo cogió con sus manos, quitándole la esponja; pero estaba todo pegajoso... y les dijo:

¡Tenemos que ir a casa! Hay que lavar las alas. El canario subió al hombro del anciano y se dirigieron a casa. 

Todo el mundo iba pendiente de este hombre, con su canario sobre el hombro. El anciano caminaba muy orgulloso, con sus pajarillos. ¡Todos les fotografiaban!

Cómo no hacerlo, si iba con un gorrión en la mano, y un canario en el hombro.

¡Es fantástico! Decía la gente.

Llegó a la casa y le lavo las alitas al gorrioncillo... y este le dijo:

¡Gracias abuelo! ¡Vendremos a verte!

Así el canario y el gorrión, echaron a volar, y marcharon al nido. A la gorriona le dio mucha alegría.

El gorrioncillo dijo: ¡Quédate con nosotros! Y criaremos a los pichones... ¿Vale?

¡Si lo haré! Nunca he volado tanto en toda mi vida, y me siento feliz. Iré a despedirme del abuelo. 

- ¡Espera! Iré contigo.

Volaron los dos hasta la casa del abuelo, y se posaron en lo alto de la jaula. El abuelo los esperaba en la ventana.

¡Abuelo! Quisiera quedarme con los gorriones, si tú me lo permites; pues sentirme libre y volar es maravilloso. Pero vendré todos los días, y entonaré para ti, el canto más bonito que jamás hayas oído.

El abuelo le dijo: ¡Vale! Como siempre, te dejaré la jaula llena de comida.

El gorrioncillo y agradecido, también le prometió:

Abuelo, cuando tengamos los pajarillos más grandes, vendremos todos; entonaremos para ti, lindas canciones... pues me siento muy agradecido, por salvarme la vida. 

Luego marcharon a su nido, pero antes se llenaron la boca de alpiste, para llevarle a la gorriona, que estaba muerta de hambre.

Llegaron al nido y le dieron de comer a la gorriona, y le contaron todo lo sucedido; y todo lo que harían más adelante. A ella le pareció estupendo.

Desde entonces, todas las mañanas, el canario llegaba y se metía en su jaula; y le cantaba las mejores de las canciones, durante una hora.

Los vecinos le tenían envidia. El abuelo a todos comentaba lo maravilloso que cantaba su canario.

Así, un buen día, lo grabaron... y lo enviaron a un concurso de canto de canarios; y ganó el primer premio.

Esa misma tarde la prensa, con sus cámaras, llegaron a la casa del anciano, para grabar al canario. Pero se sorprendieron porque allí no había ningún canario. El abuelo les dijo:

¡Hasta las ocho de la mañana, no vendrá mi canario!

La prensa se quedó sorprendida, de las palabras del anciano, diciendo:

¿Cómo va a venir un canario de la calle? ¡Es imposible!

Bueno, si lo quieren ver, vengan por la mañana.

En la mañana siguiente, la prensa se presentó a las ocho menos cuarto; estaban esperando para ver si era verdad.

De pronto llegó el canario, y entró en su jaula; y comenzó a entonar la más bella melodía, que jamás alguien había oído.

Estos se quedaron estupefactos de lo que habían visto y escuchado. No daban crédito a lo sucedido.

Al abuelo, le dieron otro premio, y un gran saco de alpiste, para su canario.

A los pocos meses llegaron todos los pájaros juntos, eran seis gorrioncillos. El papá y la mamá gorriona, y el canario.

El abuelo dichoso los recibía, y ellos de su mano se alimentaban. Luego gustaban de ingresar a la jaula, y para él entonaban las más lindas melodías.

El anciano estaba superfeliz... tanto que allí se tiraron toda la tarde; y debes en cuando, revoloteaban por dentro de la casa.

El abuelo se sentía en el paraíso, estaba de lo más feliz del Mundo.

- Fin -


Enrique Nieto Rubio.

*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.

.IR.D.DOII.P.OO.98.

En la realidad, una mañana sobre las ocho, rescate un gorrioncillo que se había quedado atrapado, en una esponja de chuchés. ¡Sí!

miércoles, 2 de febrero de 2011

.En el país de las hadas de Enrique.


Lucilia se llama es una niña. Tiene 11 añitos. En un accidente de coche. Una mañana de agosto, su coche, con sus papás y su hermana mayor. Se desbocó, por un terraplén aquí en despeña perros. Que es un paso de montaña, bastante peligroso. Esto fue hace un añito.

Allí está el coche todavía, pues no vale la pena subirlo de tan hondo como está.
De allí salieron todos muertos. Menos nuestra querida Lucilia. Ella, desde entonces, está en una cama, pues está parapléjica.

Tiene la mirada perdida, en el horizonte. Siempre está mirando, por una ventana; en una bonita casa en el campo. Cerca del Campo Bosco... en la Sierra de Córdoba.


Yo soy su cuidadora y siempre estoy con ella. Nunca desde el accidente ha hablado. pero estos días de primavera, ella se siente más despierta y juguetona. Los ojillos quieren ir más lejos, pero el poyete de su ventana, no le deja ver más allá. 


Sus tíos vienen poco por aquí.

Hoy he decidido sacarla a la calle. Claro que aquí no hay muchos metros para pasear, pues esta casa, está construida en una de las montañas más altas, de la sierra... Pero los paisajes son de lo más hermoso, de este mundo. 

Aquí en su sillita el sol reflejándose en sus hermosos cabellos. parece resplandecer de belleza.

Lucilia es una niña de cabellos rubios, piel muy blanca, chatita vamos es preciosa. Su sonrisa la hace aún más hermosa. La he dejado en el porche cerca de un muro, que rodea toda la finca. 

He entrado a hacer algunas cosas, pues la vigilo por la ventana en todo momento.

Yo me llamo Guadalupe y soy de México; me vine con mis padres a España. Tenía entonces 14 años, ahora tengo 21 años, y desde hace 5 años estoy en esta casa. Duermo, como y vivo aquí siempre. Me tratan maravillosamente.

Y cuando llegó Lucilia, mi vida cambió por completo; desde ese día,. Ella ha sido mi muñequita, la quiero como si fuera mi hermana.
Moriría por ella, en cualquier momento. Es el reflejo de mi vida, y me llama Guada desde entonces.

Como os he dicho. La tengo fuera de la casa. He sentido reírse a carcajadas y se está mirando el brazo. Tiene una luciérnaga revoloteando a su alrededor, y se le posa en cada vuelta en su brazo... Ella ríe, con locura hasta se le ha posado en su nariz. ¡Está loca de contenta.! 

He salido y le he preguntado:
¿Qué te pasa Lucilia, por qué te ríes tanto?

¡Hay Guada, es un hada me ha visitado, y me ha dicho; que me llevará un día volando, por todo el campo.!


¡Ah sí!, yo me alegro mucho, ¿ya tienes otra amiguita?

¡Si Guada es un hada preciosa, tiene sus alitas de oro y su cuerpo de plata, es muy bonita estoy muy contenta.!

¿Bueno quieres que te meta en casa ya.?

¡No por favor déjame un poco más, el sol me calienta mucho, y me siento muy agustito, Guada te quiero mucho.!

¿Yo también mi tesoro.?

¿Si me necesitas me llamas, vale... esto de que hables es maravilloso? ¿Estaré en la casa.?

Al rato unas risas tremendas salían de su boca, yo me fui a la ventana del baño que daba enfrente de ella, así le veía la carita y lo que hacía.

Tenía en su mano una santa Teresita, pero me ha sorprendido mucho... está hablando con ella, y Lucilia le está contestando. Yo siento un sonido bajito, que salé del bichillo este y también... mueve la cabeza, ¡parece que es cierto!, que habla con ellos.

Lucilia les pregunta:
¿De veras que sois hadas?
Ellas parecen responder:
¡Claro que sí!, hemos venido a llevarte a dar una vuelta.

¿Me llevaréis en serio?
¡Claro que sí!

He seguido con lo mío, pero hace unos minutos que no la oigo, he creído que se había quedado dormida. He salido, porque me he asustado mucho. 

Su silla está vacía, los temblores se han apoderado de mí. Estoy mirando por todos sitios, pero no veo a mi niña, no sé qué hacer...  estoy mirando por los acantilados estos, pero no se ve nada.

Esto parece una pesadilla, he cogido el teléfono, para llamar a los tíos, y de pronto se me ha parado encima del teléfono, un bichillo. 

Si es como una libélula, ¡pero no es!, es un hada preciosa y me ha dicho:

¿No busques a Lucilia, pues está con nosotros, visitando el reino de las hadas.?

¡Venga!, no me lo puedo creer, cómo es posible.

¿Pues ya lo ves, las hadas hemos existido siempre, solo hay que creer.?

Me he sentado en una silla, me he quedado flojita.

¿Me dejas que te coja.?
¡Bueno, si así te sientes mejor.!

La he cogido en la palma de mi mano, es divina, dulce y delicada... me la he pegado a la cara y me hace cosquillas con sus alas.

Su olor es parecido al de la vainilla, unununun es para comérsela; la estoy besando muchísimo.
El hadita me ha dicho:

¿Quieres venir conmigo, te llevaré al reino de las hadas y estarás con Lucilia.?

¡Sí, sí por favor... lo deseo tanto!

Así que de pronto he desaparecido, y al instante me he encontrado en el país de las hadas. 

El lugar es como el de los cuentos de fantasía, con  unas cascadas de agua de colores. Maravillosos valles llenos de flores preciosas, millones de hadas revoloteando, por todos sitios.

Hay un inmenso palacio de cristal, subido en una cúpula inmensa de grande, rodeada de raíces gigantes enroscadas todas echas de color esmeralda.
Millones de estrellas en las que las hadas revolotean de una en una, y hacen soplar a las galaxias, para que sigan girando; mundos preciosos de flores que vuelan, y mares de olas gigantes y hermosas.

Las pequeñas haditas corren y vuelan por toda la superficie, entonando lindas melodías.

Es lo más bonito jamás visto por mis ojos... allí mi Lucilia sonreía feliz.

La llamo:
¡Lucilia, Lucilia!
Mi niña me miró, con una cara de felicidad.
¡Guada mira!, ¡estoy andando.!


Mi lucilia corría por encima del agua. Llevaba un camisoncíto de encaje blanco, y sus piernecitas corrían tremendamente... el agua salpicaba y daba vuelta y vueltas con sus brazos en cruz. 
¡Estaba sana y más llena de felicidad que nunca!

Yo me deslicé por el aire y le agarré de su mano, y bailamos las dos durante muchísimas horas. Éramos muy felices las dos.

Y cuando yo miraba para el pasado, veía a Lucilia en su sillita de ruedas. Mis lágrimas brotaron y no quisimos volver jamás.

Así que, ambas decidimos estar en el país de las hadas para siempre. Nos quedamos abrazadas y dando vueltas por el aire... las hadas regocijadas, nos rodeaban dando vueltas a nuestro alrededor.

Aquí en este mundo, nunca anochece y nunca existe la tristeza, todo es amor y alegría...  siempre se está jugando y cantando.

Todo es real, si tú lo quieres, pronto nos convertiremos como ellas... ¡seremos hadas para siempre jamás!

Solo tienes que cerrar los ojos, puedes imaginar mundos insólitos colmados de todo lo más maravilloso... y volar, reír, cantar y ser eternamente feliz.

Y colorín, colorado... este hermoso relato de haditas, ha terminado.


- Fin -


Enrique Nieto Rubio

Derechos Reservados 
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.