domingo, 31 de mayo de 2099
miércoles, 22 de octubre de 2025
Dos universos paralelos de Enricostro.
https://www.youtube.com/shorts/qQYab2tHFHg
Dos universos paralelos
uno naciente y el otro,
A punto de desfallecer.
Se junta como una estrella,
Para vivir juntos un nuevo amanecer.
*
Viven muy pegaditos, uniendo en su pasión.
Viajando por la vida,
Hasta que se apague su sol.
*
El uno lo vivirá todo; el otro ya lo vivió.
Y mientras caminara un mismo rumbo,
Hasta que los separe Dios.
*
El uno necesita de él;
El otro brinda su protección.
Y mientras su música va sonando.
Y repartiendo todo su amor,
*
Y en ese amor que nos dejan,
Encienden nuestro corazón.
*
Enrique Nieto Rubio.
derechos de autor.
Inspirado en anciano y chiquillo.
Compitiendo en una música de ilusión.
martes, 14 de octubre de 2025
Hoy “La muerte no se guarda. La muerte camina. De Enricostro”
Hoy “La muerte no se guarda. La muerte camina. De Enricostro”
Aquí, en mi cementerio, hace un montón de años, mataron al guarda de este cementerio. A las 11 de la noche varias personas que saltaron la muralla con unas escaleras, le dieron tal paliza que lo dejaron muerto y en una fosa vacía. Allí lo tiraron, le echaron tierra simulando el fondo que por la mañana a primera hora. Lo enterraron y nadie se dio cuenta, han pasado los años y se ha muerto ahora la señora de aquel difunto que fue enterrado aquí. La han querido enterrar en la misma fosa que su esposo y al sacarlo a él para meter a ella y después posar los huesos de él en cima de la caja de ella y han descubierto que había otro cadáver. En la autoría han descubierto que fue el guarda del cementerio llamado don Antonio. Cuando lo han sacado ha salido una ola de vapor como si de una nube fuera y a todos los que allí estaban sintieron un escalofrío que los dejo asustadísimos. Desde entonces han crecido las viviendas junto al cementerio, y hay vecinos asustados, pues muchas noches se ven ciertas luces extrañas y muy flácidas andando por aquellas calles del cementerio. Muchos vecinos sospechan que es el guarda y miran de reojo a través de las cortinas de las ventanas, y con mucho recelo. Pues ahora el fantasma del cementerio es don Antonio, guarda del cementerio. Y es seguro que nadie entrara a robar nada. En estos tiempos de cambios en todo el mundo, alguien del extranjero está pensado en volver a robar el cementerio. Pero es de seguro que una guadaña maldita rondara en el cementerio y si alguien cae seguro desaparecerá.
Una noche de octubre, cuando el viento soplaba con fuerza y las hojas secas bailaban sobre las lápidas, llegó al pueblo un hombre de acento extraño. Decía llamarse Víctor, un investigador de fenómenos paranormales. Había oído hablar del caso del guarda Don Antonio y quería comprobar por sí mismo si los rumores eran ciertos.
Víctor se instaló en una casa frente al cementerio, justo donde los vecinos decían que las luces se movían como almas errantes. Llevaba consigo aparatos extraños, cámaras térmicas, grabadoras de sonido y un cuaderno de cuero donde anotaba cada detalle. La primera noche no ocurrió nada. La segunda, escuchó pasos. La tercera vio una figura entre las tumbas, alta, encorvada, con una capa que parecía hecha de niebla.
Los vecinos, al enterarse de su presencia, le advirtieron: “Aquí no se juega con los muertos. Don Antonio no perdona.” Pero Víctor no se detuvo. Al contrario, cavó más hondo en los archivos del pueblo, descubriendo que Don Antonio había sido enterrado con una llave antigua, una que habría una cripta olvidada bajo tierra, sellada desde hacía más de cien años.
Una madrugada, Víctor decidió entrar al cementerio con su linterna y su cuaderno. La niebla era espesa, y el silencio, absoluto. Al llegar a la fosa donde habían encontrado el cuerpo del guarda, notó que la tierra estaba removida. Al tocarla, sintió un frío que le paralizó la mano. De pronto, la linterna se apagó. Y en la oscuridad, una voz ronca susurró su nombre.
Desde entonces, nadie ha vuelto a ver a Víctor. Su casa quedó vacía, sus aparatos intactos, y su cuaderno abierto en la última página, donde solo se leía:
“La guadaña no perdona. Don Antonio vigila.”
Años después de que Clara sellara la maldición, el cementerio volvió a ser un lugar tranquilo… hasta que llegó Elías, un joven arqueólogo obsesionado con los secretos ocultos bajo tierra. Había leído sobre la desaparición de Años después de que Clara sellara la maldición, el cementerio volvió a ser un lugar tranquilo… hasta que llegó Elías, un joven arqueólogo obsesionado con los secretos ocultos bajo tierra. Había leído sobre la desaparición de Víctor y la leyenda de Don Antonio, y estaba convencido de que aún quedaba algo por descubrir.
Elías no creía en fantasmas, pero sí en reliquias. Su objetivo era encontrar la guadaña maldita, convencido de que era una pieza de poder ancestral. Una noche, armado con mapas antiguos y sensores de movimiento, entró al cementerio. Lo que no sabía era que Clara, ahora guardiana del lugar, lo observaba desde las sombras.
Al llegar a la cripta, Elías encontró la tumba vacía. La guadaña ya no estaba allí. En su lugar, una inscripción nueva había aparecido en la piedra:
“La muerte no se guarda. La muerte camina.”
De pronto, el suelo tembló. Las lápidas comenzaron a crujir. Y entre la niebla, una figura se alzó, más alta que cualquier hombre, con ojos como carbones encendidos. No era Don Antonio. Era algo más antiguo. Algo que había estado esperando ser liberado.
Clara corrió hacia la cripta, gritando a Elías que saliera. Pero él, hipnotizado por la figura, no se movía. La criatura levantó una mano, y el aire se volvió hielo. Elías cayó al suelo, y la guadaña apareció flotando sobre su cuerpo.
Desde esa noche, el cementerio ya no tiene un solo guardián. Tiene dos. Y ambos vigilan que nadie vuelva a perturbar el descanso de los muertos.
Y la leyenda de Don Antonio, y estaba convencido de que aún quedaba algo por descubrir.
Elías no creía en fantasmas, pero sí en reliquias. Su objetivo era encontrar la guadaña maldita, convencido de que era una pieza de poder ancestral. Una noche, armado con mapas antiguos y sensores de movimiento, entró al cementerio. Lo que no sabía era que Clara, ahora guardiana del lugar, lo observaba desde las sombras.
Al llegar a la cripta, Elías encontró la tumba vacía. La guadaña ya no estaba allí. En su lugar, una inscripción nueva había aparecido en la piedra:
De pronto, el suelo tembló. Las lápidas comenzaron a crujir. Y entre la niebla, una figura se alzó, más alta que cualquier hombre, con ojos como carbones encendidos. No era Don Antonio. Era algo más antiguo. Algo que había estado esperando ser liberado.
Clara corrió hacia la cripta, gritando a Elías que saliera. Pero él, hipnotizado por la figura, no se movía. La criatura levantó una mano, y el aire se volvió hielo. Elías cayó al suelo, y la guadaña apareció flotando sobre su cuerpo.
Desde esa noche, el cementerio ya no tiene un solo guardián. Tiene dos. Y ambos vigilan que nadie vuelva a perturbar el descanso de los muertos.
Lo extraño y terrorífico es que uno de estos vigilantes ha abierto la reja del cementerio y ahora vigila desde afuera se topa con los viandantes aunque no ataca a nadie que no vean sospechosos no parece hacer daño, pero este ser no anda, pues, flota en el suelo y todo el que lo ve sale aterrado de aquella zona.
Las autoridades alertadas toman cartas en el asunto, pero ese ser no entiende nada, sus ojos color fuego les aterran a todos.
El ayuntamiento forja a todo su alrededor una vaya, dejando a este ser dentro y en este trance ha entrado otra vez en el cementerio y las puertas están selladas.
Enrique Nieto Rubio
y CopiloT i.a.
Reservados los derechos de autor.
viernes, 5 de septiembre de 2025
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
.gif)
OKKKKKKKK.gif)

.gif)

.gif)



.gif)

